Iglesia de Santa Sofía de Constantinopla
La Iglesia de Santa Sofía de
Constantinopla (actual Estambul), también conocida como Hagia Sofía,
fue construida entre el 532 y el 537 por encargo del emperador
Justiniano. Sus arquitectos fueron Antemio de Tralles e Isidoro de
Mileto. Este templo constituye la obra cumbre de la arquitectura
bizantina.
En el año 395 d.C. con la muerte de
Teodosio I, el Imperio romano se divide en el Imperio Romano de
Occidente, con Honorio y el Imperio Romano de Oriente, con Arcadio.
En el 476 d.C. cae el Imperio Romano de Occidente y el Imperio
Romano de Oriente comienza una época de gran esplendor que con
Justiniano llegará a su apogeo. Justiniano emprenderá una gran
labor constructiva en la ciudad de Constantinopla. Así, se
construyeron obras arquitectónicas tales como la gran muralla con
más de 130 torreones, que constituye un hito en la historia de la
arquitectura militar, y la basílica de Santa Sofía. El arte
bizantino parte del arte clásico romano. Los elementos utilizados en
Santa Sofía, como la planta centralizada, vista en los mausoleos de
Cecilia Metella, y la cúpula, como vemos en el Pantéon, además de
grandes espacios como la planta basilical en la que también se
utilizan exedras en los ábsides, ya existían en Roma. A partir del
Edicto de Constantino, la Iglesia cristiana, partiendo de los
elementos constructivos romanos, crea nuevos espacios con nuevos
significados. El lenguaje arquitectónico se dota de un nuevo sentido
que se relaciona con lo espiritual, como esta cúpula de Santa Sofía,
que parece representar la belleza y la paz espiritual de la Jerusalén
Celestial. El arte bizantino tendrá una nueva época de apogeo a
partir del siglo X, con grandes muestras como San Marcos de Venecia o
San Antonio de Padua, espacios cupulados inspirados en Santa Sofía.
También inspiró la basílica de San Basilio en Moscú. Pero su
influencia en el arte no queda sólo en el ámbito cristiano, pues el Imperio turco adoptó sus formas para construir sus mezquitas,
como es ejemplo de la Mezquita Azul, también en Estambul. El arte
bizantino tuvo su fin precisamente en la conquista del Imperio turco
de Constantinopla, en 1453, dando así fin a una tradición de casi
1000 años.
Comenzaremos analizando la planta. La planta de Santa Sofía obedece al
modelo de planta basilical, si bien presenta la peculiaridad de
inscribirse dentro de un rectángulo casi de forma cuadrangular,
resultando una combinación de la planta basilical propiamente dicha
y la de cruz griega o planta centralizada. Presenta, como todas las
basílicas, un patio cuadrado que comunica al interior de la basílica
a través de un doble nártex, siendo el interior el doble de ancho
que el exterior.
Una vez dentro, la planta se divide en
tres naves separadas por arcos de medio punto sobre columnas, siendo
la central el doble de ancha que las laterales, rematada en un
ábside, mientras las laterales terminan en testero planto y
presentan doble piso o tribuna que comunica a la nave central a
través de una galería de arcos de medio punto sobre columnas. Sin
lugar a dudas, el elemento constructivo predominante es la enorme
cúpula construida en el centro de la nave principal. Ésta abarca
los 31 metros de diámetro y 51 metros de altura. Para realizar la
transición del espacio cuadrangular del centro al circular,
susceptible de ser cubierto por la cúpula, se utilizan cuatro
enormes pechinas que descansan sobre cuatro grandes pilares o
machones. Sin embargo, para contrarrestar el enorme empuje que ejerce
una cúpula de tales dimensiones, éstos no son suficientes, por lo
que se utiliza todo un sistema de contrarrestos de manera que, a
través de dos enormes arcos de refuerzo, el peso se traslada hacia
dos medias cúpulas anexas que a sus vez descansan en otras dos a
cada lado, correspondientes a ábsides laterales, y por último, dos
bóvedas de cañón . Todo el sistema se ve reforzado por el grosor
de los muros, así como por el uso en el exterior de enormes pilares
o contrafuertes que reciben el peso de este sistema de contarresto.
Si pasamos a analizar el exterior, éste
es sobrio y robusto, dando sensación de pesadez, dado el grosor de
los muros, así como los grandes contrafuertes. Predominan los
elementos constructivos con ausencia de decoración, reservada para
el interior. Los alminares exteriores no son bizantinos, sino ya
posteriores a la conquista de Constantinopla por el Imperio turco y
la conversión del edificio en mezquita.
Por lo que respecta al interior, es la
parte más impresionante del edificio, pues contrasta la decoración
interior con el sobrio exterior del conjunto. Los materiales
utilizados para su construcción fueron piedra, ladrillo, hormigón
y, para la cúpula, materiales más ligeros como ánforas. Materiales
más nobles como mármoles fueron utilizados para los recubrimientos
de los muros, así como para los entablamentos, arcos y columnas. Los
muros se recubrieron de una rica decoración de mosaicos con
decoración geométrica y figurativa que otorgan al edilicio un
aspecto suntuoso.
El interior aparece como un gran
espacio diáfano en el que la cúpula está horadada en su base por
cuarenta ventanas que la hacen parecer sustentarse en el aire y ser
ingrávida. Los mosaicos que decoran la bóveda y las medias bóvedas
crean un espacio continuo que contribuyen al efecto de ingravidez. Es
muy importante la luz, ya no sólo como elemento funcional, sino
decorativo, entrando por las numerosas ventanas del edificio a lo
largo del día y realzando las distintas partes de éste. La
cúpula estaba decorada con mosaicos y una representación del cielo,
si bien luego la decoración fue sustituida por textos en alabanza a
Mahoma y a los primeros califas. Otro elemento a resaltar son las
columnas de mármol, 107 en total, 40 en el piso inferior y 17 en el
superior, con capiteles con rica decoración tallada a trépano con
motivos vegetales estilizados, así como los monogramas del emperador
Justiniano y la emperatriz Teodora. Sobre los capiteles descansan los
cimacios y sobre éstos los arcos de medio punto ornamentados
igualmente con rica decoración trepanada.
Las naves laterales se cubren con
bóvedas de aristas. Sobre ellas descansan las tribunas, que eran
ocupadas por hombres y mujeres de manera diferenciada y que jugaba un
papel importante en las procesiones y ceremonias.
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