LA ADORACIÓN
DE LOS PASTORES
Adoración de los
pastores es un cuadro pintado por el
Greco (Domenikos Theotokopoulos, 1541-1614). Este óleo sobre tela mide
320 centímetros de alto y 180 cm de ancho, y fue ejecutado
entre 1612 y 1614, posiblemente durante el último año de la vida
del Greco. Se conserva en el Museo del Prado de Madrid, España.
Este cuadro fue pintado para la cripta de
la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo.
La composición está desarrollada
en espiral, creando un movimiento de ascensión. La distorsión extrema de
los cuerpos caracteriza la Adoración de los pastores como toda
la obra tardía de El Greco. Los colores brillantes, «disonantes», y las formas
y poses extrañas crean una sensación de maravilla y éxtasis, al celebrar los
pastores y los ángeles el milagro del niño recién nacido. El Niño Jesús aparece
envuelto en brillantez y blancura, lo que es un recurso tomado de los iconos,
y parece emitir una luz que juega en los rostros de los pastores descalzos
que se han reunido para rendir homenaje al nacimiento milagroso. Se podría
decir que la pintura es animada por una energía rítmica, expresada en los
movimientos de las figuras, como si bailasen. Se destacan los fuertes
contrastes entre la luz y las zonas oscuras que realzan el sentido del drama.
El grupo de ángeles que sobrevuelan la escena puede que se parezcan a la parte
que falta de la Visión del Apocalipsis o la Apertura
del séptimo sello.
En 1618 el ayudante del
Greco, Luis Tristán, dijo que su maestro estuvo trabajando en La
adoración de los pastores hasta su muerte. La pintura fue más tarde
transferida al altar mayor del monasterio de Santo Domingo El Antiguo. En 1954 fue
adquirida por el Museo del Prado de Madrid.
El tema esta basado en los textos bíblicos,
los pastores avisados por los ángeles fueron los primeros en acudir a adorar al
Mesías. La escena se desarrolla de noche en un espacio cueviforme muy estrecho
y con arcos en el fondo. Este espacio parece algo agobiante por la falta de
profundidad.
Se observan dos niveles: En el inferior María en actitud serena que parece ofrecer con sus manos en escorzo a su hijo,
José, el niño sobre una sábana blanca luminosa y los pastores en actitudes
teatrales de asombro, adoración y pleitesía. En el nivel superior aparece el
rompimiento del cielo en el cual los ángeles demuestran su alegría por el
nacimiento, uno de ellos porta un texto que dice “Gloria in excelsis Deo et in
terra pax hominis”
El destino original de esta excelente Adoración de los Pastores era la
capilla de la iglesia toledana de Santo Domingo el Antiguo en la que iba a ser
enterrado El Greco. Por lo tanto, puede hablarse de una de las últimas escenas
pintadas por el cretense. La escena se desarrolla en dos zonas superpuestas,
uniendo perfectamente las atmósferas celestial y terrenal. Superpuesta es
también la perspectiva al eliminar la profundidad, aunque detrás de la Virgen
coloque una superficie arquitectónica abovedada. El Niño, como ocurre en la pintura veneciana de la que tanto
aprendió el maestro, es el foco de luz de donde parte el haz luminoso que alumbra
a todos los personajes. Es una luz fuerte y clara, ya empleada antes por el
artista, que matiza los colores como ocurre con las túnicas de la Virgen o de
San José. Las figuras son gigantescas, sobre todo el pastor arrodillado en
primer término, cuyos músculos están tan estilizados que parecen husos de
hilar. Junto a él hay una mancha blanca que, observada con atención, resulta
ser el Agnus Dei. Los tonos eléctricos empleados demuestran el gusto por unos
nuevos colores inspirados en el Manierismo. La pincelada es
totalmente suelta y los saltos de perspectiva que utiliza hace que se rompa con
la unidad espacial. Por eso, El Greco será de gran importancia para los
artistas de fines del siglo XIX.
Otra versión hoy se
encuentra en Nueva York (1610) más la existente en el Museo del Prado
(1612), pintada especialmente para que acompañara su enterramiento precisamente
en el Convento de Sto.
Domingo “el antiguo”, que ya contenía otra Adoración en
la parte del Evangelio de la iglesia.
En la versión del cuadro de Bucarest, se comienza a
observar un cambio en su pintura, por el alargamiento de las figuras, así como
por su colorido tan expresionista, quizás debido a su edad y a su
experiencia, pero sobre todo por el clima emocional del pintor, pues su
intimidad interior parece arrebatada por la propia pintura, con un despliegue
magnífico de colorido y abstracción.
Bibliografía:
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