lunes, 29 de enero de 2018

Adoración de los pastores (El Greco) (Renacimiento en España)

LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES
Adoración de los pastores es un cuadro pintado por el Greco (Domenikos Theotokopoulos, 1541-1614). Este óleo sobre tela mide 320 centímetros de alto y 180 cm de ancho, y fue ejecutado entre 1612 y 1614, posiblemente durante el último año de la vida del Greco. Se conserva en el Museo del Prado de Madrid, España.
Este cuadro fue pintado para la cripta de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo.


La composición está desarrollada en espiral, creando un movimiento de ascensión. ​ La distorsión extrema de los cuerpos caracteriza la Adoración de los pastores como toda la obra tardía de El Greco. Los colores brillantes, «disonantes», y las formas y poses extrañas crean una sensación de maravilla y éxtasis, al celebrar los pastores y los ángeles el milagro del niño recién nacido. El Niño Jesús aparece envuelto en brillantez y blancura, lo que es un recurso tomado de los iconos, ​ y parece emitir una luz que juega en los rostros de los pastores descalzos que se han reunido para rendir homenaje al nacimiento milagroso. Se podría decir que la pintura es animada por una energía rítmica, expresada en los movimientos de las figuras, como si bailasen. Se destacan los fuertes contrastes entre la luz y las zonas oscuras que realzan el sentido del drama. El grupo de ángeles que sobrevuelan la escena puede que se parezcan a la parte que falta de la Visión del Apocalipsis o la Apertura del séptimo sello.
En 1618 el ayudante del Greco, Luis Tristán, dijo que su maestro estuvo trabajando en La adoración de los pastores hasta su muerte. La pintura fue más tarde transferida al altar mayor del monasterio de Santo Domingo El Antiguo. En 1954 fue adquirida por el Museo del Prado de Madrid.




El tema esta basado en los textos bíblicos, los pastores avisados por los ángeles fueron los primeros en acudir a adorar al Mesías. La escena se desarrolla de noche en un espacio cueviforme muy estrecho y con arcos en el fondo. Este espacio parece algo agobiante por la falta de profundidad.
 Se observan dos niveles: En el inferior María en actitud serena que parece ofrecer con sus manos en escorzo a su hijo, José, el niño sobre una sábana blanca luminosa y los pastores en actitudes teatrales de asombro, adoración y pleitesía. En el nivel superior aparece el rompimiento del cielo en el cual los ángeles demuestran su alegría por el nacimiento, uno de ellos porta un texto que dice “Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominis”





El destino original de esta excelente Adoración de los Pastores era la capilla de la iglesia toledana de Santo Domingo el Antiguo en la que iba a ser enterrado El Greco. Por lo tanto, puede hablarse de una de las últimas escenas pintadas por el cretense. La escena se desarrolla en dos zonas superpuestas, uniendo perfectamente las atmósferas celestial y terrenal. Superpuesta es también la perspectiva al eliminar la profundidad, aunque detrás de la Virgen coloque una superficie arquitectónica abovedada. El Niño, como ocurre en la pintura veneciana de la que tanto aprendió el maestro, es el foco de luz de donde parte el haz luminoso que alumbra a todos los personajes. Es una luz fuerte y clara, ya empleada antes por el artista, que matiza los colores como ocurre con las túnicas de la Virgen o de San José. Las figuras son gigantescas, sobre todo el pastor arrodillado en primer término, cuyos músculos están tan estilizados que parecen husos de hilar. Junto a él hay una mancha blanca que, observada con atención, resulta ser el Agnus Dei. Los tonos eléctricos empleados demuestran el gusto por unos nuevos colores inspirados en el Manierismo. La pincelada es totalmente suelta y los saltos de perspectiva que utiliza hace que se rompa con la unidad espacial. Por eso, El Greco será de gran importancia para los artistas de fines del siglo XIX.









Otra versión hoy se encuentra en Nueva York (1610) más la existente en el Museo del Prado (1612), pintada especialmente para que acompañara su enterramiento precisamente en el Convento de Sto. 
Domingo “el antiguo”, que ya contenía otra Adoración en la parte del Evangelio de la iglesia.



En la versión del cuadro de Bucarest, se comienza a observar un cambio en su pintura, por el alargamiento de las figuras, así como por su colorido tan expresionista, quizás debido a su edad y a su experiencia, pero sobre todo por el clima emocional del pintor, pues su intimidad interior parece arrebatada por la propia pintura, con un despliegue magnífico de colorido y abstracción.




Bibliografía:



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