EL TRIUNFO DE BACO
Nos encontramos ante una obra de Diego
Velázquez, pintor español, perteneciente al estilo barroco. Se
trata un cuadro realizado en óleo sobre tela que mide 165,5 x 227,5
cm. Posiblemente sea una de las obras de Velázquez más famosas y
reproducidas.
Esta obra es la primera de tema
mitológico que pinta Velázquez, instalado en la corte desde 1623.
Hasta entonces sólo se le conocían bodegones, escenas religiosas y
retratos.
La temática y el propio formato de la
obra revelan nuevas ambiciones en el joven artista, seguramente
estimuladas por el conocimiento de las colecciones reales y,
posiblemente, por la influencia de Rubens, a quien trató durante la
segunda estancia de éste en España, en 1628-1629. La influencia de
Rubens dio lugar a que comenzara a abandonar el tenebrismo de su
primera etapa sevillana y a que su paleta ganara en variedad de
tonos. De esta primera etapa madrileña destacan obras como la
comentada, los primeros retratos de la Corte (Felipe IV) y los
primeros bufones. Se ha supuesto que el tema mitológico y el aire
divertido de la obra fueron sugeridos por Rubens, en aquellos
momentos en Madrid.
La única fecha segura respecto al
cuadro es 1629, cuando se le paga a Velázquez por éste y otros
cuadros pintados «para el servicio del Rey»; ello nos da, pues, una
referencia ante quem,
probablemente 1628. A partir de 1636 se sabe que colgaba en el
dormitorio del rey, en su cuarto de verano. En los inventarios
antiguos aparece citado como «el cuadro de Baco» o «el triunfo de
Baco» y en uno de 1666, en el que intervino Mazo, yerno de
Velázquez, como «una historia de Baco coronando a uno de sus
cofrades». Los borrachos es el nombre que le puso el pueblo de
Madrid cuando pudo contemplarlo a partir de 1819 en el Museo Real.
Para la crítica de los siglos XIX
y XX, este nombre resultaba acertado, puesto que era unánimemente
considerado una escena de género y una muestra de la actitud
burlesca de los españoles hacia el mito clásico. Ponz, Ceán
Bermúdez o Beruete ejemplifican esta actitud. Otros autores como
Justi se inclinaron por considerar la escena como una representación
del mito clásico, aunque desde una perspectiva naturalista. Para
Orso (1998), "Los borrachos"
encarna una alegoría política, derivada del hecho de que Baco fue
considerado por numerosos autores contemporáneos, como el padre
Mariana, fundador de la monarquía española. Esta tradición tiene
su origen en los falsos cronicones de Annio de Viterbo, publicados a
fines del siglo XV y sumamente populares en España.
Más recientemente, Lleó (1999) ha
matizado esta interpretación sugiriendo que se trata de la
coronación de un poeta. En efecto, numerosas fuentes antiguas
consideraban a Baco protector de la poesía lírica, que coronaba a
sus seguidores con hiedra, como en el cuadro. Sin forzar
excesivamente su sentido se podría interpretar "Los
borrachos" como una alegoría de la protección
dispensada por la Corona española a la creación artística, en un
momento en que Velázquez acababa de ganar el concurso para la
pintura de "La expulsión de
los moriscos", provocando la hostilidad de sus colegas.
Hay bastante unanimidad sobre las fuentes de inspiración de
Velázquez, entre ellas Martin S. Soria destacó una estampa del
holandés Jan Saenredam, a su vez inspirado en el Baco
de Miguel Ángel, y, para el grupo en torno al dios, Diego Angulo
señaló "La bacanal"
de Tiziano. Se conoce una copia del siglo XVII, pero realizada
en temple, en el Museo Nazionale di Capodimonte (Nápoles); existen
otras copias parciales, sobre todo del borracho con sombrero, pero
parecen tratarse de pastiches tardíos. El cuadro sufrió daños
en los bordes durante el incendio del Alcázar Real, en 1734.
En 1628 España se encuentra ya en la
guerra de los Treinta Años, bajo el reinado de Felipe IV, que
abandona el poder en manos de sus validos.
Antes de emprender su primer viaje a
Italia, Velázquez realiza la que sería su primera obra de trasfondo
mitológico, titulada “Los Borrachos” o “El triunfo de Baco”,
que fue pagada en julio de 1629, y debió pintarse en la mitad de ese
año. Por tanto, entraría en la primera estancia de Velázquez en la
capital española. El pintor sevillano demostró que no sólo era
capaz de realizar cuadros de historia.
Este lienzo del Real Alcázar pasó al
Palacio del Buen Retiro tras el incendio de 1734, y de allí al
Palacio Real. Actualmente se encuentra en el Museo del Prado desde
1819.
Indudablemente, la plasmación de este
tema mitológico implica un estudio y una cercanía con la
Antigüedad. Destaca la ya mencionaba piel “marmólea” del dios,
la cual demuestra que el conocimiento por la escultura griega era
latente. Se trata del primer tema mitológico que pinta este autor;
la misma temática nos recuerda al pasado griego, ya que el dios
representado es Dionisos (Baco latino). La obra, a pesar de todo,
tiene un marcado carácter naturalista (sobre todo los personajes de
la derecha), lo que demuestra también una sensibilidad especial de
su época. La influencia de Rubens (amigo del autor), se plasma en
las figuras, además del desnudo, por el contorno más voluptuoso del
cuerpo de los personajes. También podemos encontrar una influencia
de Caravaggio, en cuanto al juego de sombras.
En este cuadro se distingue a Dioniso,
dios del vino, que con la embriaguez libera temporalmente a los
hombres de sus problemas, y que tiene un enorme peso como dios
individual. Lo veremos siempre con sus atributos más comunes, siendo
estos los tirsos, las hojas de hiedra, pámpanos o pino, pero, sobre
todo, los instrumentos musicales; lo normal es que sean instrumentos
de viento, como la siringa (flauta del dios Pan), o auloi (doble
flauta) y también instrumentos de percusión, como los címbalos
(platillos pequeños), o los crótalos (castañuelas). En este caso,
Baco aparece coronado, y a su vez coronando a otro personaje con
hojas de hiedra, quedando ausentes los instrumentos musicales.
Velázquez representa a Dioniso un poco
desplazado hacia la izquierda del eje vertical central del cuadro,
coronando, como ya se ha mencionado antes, a otro personaje que se
encuentra en escorzo, agachado, introduciendo una línea diagonal que
continúa por los pliegues de una capa del suelo y por el brazo y la
cabeza de Baco.
La escena puede dividirse en dos
mitades: la izquierda, con la figura de Baco muy iluminada, cercana
al estilo italiano inspirado en Caravaggio, y la derecha, con los
borrachines, hombres de la calle que nos invitan a participar en su
fiesta, con un aire muy español similar a Ribera. En esta obra,
Velázquez introduce un aspecto profano a un asunto mitológico, en
una tendencia que cultivará aún más en los siguientes años.
Está sentado, y se cubre con lo que
parece ser una túnica de un tono rosáceo y otra blanca, dejando el
torso desnudo. Tiene un color de piel mucho más claro que el resto
de los personajes de la escena, recurso que ha utilizado el pintor
para que podamos identificar sin ninguna duda qué personaje es el
que representa a la divinidad. A pesar de estar coronando a un
hombre, el dios dirige su mirada hacia la izquierda, aparentando no
prestar atención a la acción que realiza. Además de esto, cabe
destacar que Velázquez ha idealizado el rostro de Baco, contrastando
con el resto de figuras, pues éstas poseen un rostro desgastado por
los años y se representan pobremente vestidas.
Al lado del dios (a la izquierda según
miramos) encontramos nuevamente una figura en escorzo, esta vez
recostada, que contempla la escena principal del cuadro. Éste
aparece también coronado, por lo que podemos deducir que es un
semidiós o un efebo.
Además de estos tres personajes,
encontramos a otros seis, de los cuales cinco se sitúan en un plano
posterior al de Baco y la coronación. Dos de estos personajes (los
situados al lado del dios) se muestran totalmente embriagados;
incluso uno de ellos sonríe al espectador invitándole a beber,
personaje que, por cierto, nos recuerda a la obra “Demócrito” de
Ribera. El que podemos numerar como un sexto personaje es el que se
encuentra totalmente a la izquierda de la obra, casi en penumbra.
Este misterioso sujeto, del que no podemos advertir el rostro, se
encuentra en un primerísimo plano. Velázquez se valió de este
personaje para utilizar la técnica del repoussoir, ya que con él
consigue retrasar el resto de la composición.
Dejando a un lado los integrantes de la
escena, en el suelo se puede observar unas jarras tratadas con un
excepcional naturalismo, cuyos brillos y texturas nos recuerdan a la
etapa sevillana del pintor.
El pintor sevillano coloca a los
personajes en una especie de ‘friso’, a la vez que juega con
diagonales y escorzos en primer plano; esto nos hace descubrir cierto
abigarramiento en la colocación de los personajes. Pero se puede
apreciar como una solución compositiva que hasta el momento no se
había experimentado en la Corte.
La posición de los personajes fue
determinada por medio de gruesos contornos realizados con amplias
pinceladas, que aparecen alrededor de las figuras a modo de halos
(podemos observarlo debido a que este lienzo nunca ha sido reforzado,
por lo cual las pinceladas casi conservan la misma frescura que en su
primer momento), aunque debemos decir que el personaje que aparece en
el ángulo inferior izquierdo y el hombre que se está quitando el
sombrero en la esquina superior derecha fueron añadidos
posteriormente.
Velázquez no recurre totalmente al
clasicismo para crear esta obra, pues introduce elementos
contemporáneos de la época, y al mismo tiempo, elementos antiguos;
con esto podemos decir que trata el tema mitológico de manera
terrenal.
En cuanto a la interpretación, podemos
decir que, lejos de ser la representación de una vulgar escena de
borrachos, puede reflejar el momento de la coronación de un poeta.
Algunos historiadores del arte han
considerado que quizás el personaje que está siendo coronado no es
realmente un poeta, sino un pintor, teniendo en cuenta el lema
horaciano “ut pictura poesis” ya que ambas comparten el mismo
proceso creativo.
Inicialmente, esta obra aparece citada
en diversos documentos como “El cuadro de Baco” o incluso como
“Una historia de Baco coronando a sus cofrades”. Pero su nuevo
título no nos desvela nada más que los anteriores, pues dicho
cuadro ha sido considerado como un típico ejemplo de los españoles
en el Siglo de Oro.
Esta es la primera obra del pequeño
grupo de pinturas mitológicas de Velázquez. A nosotros únicamente
nos han llegado seis obras mitológicas.
El tema del “triunfo de Baco” lo
podemos ver representado desde el Clasicismo, pudiendo encontrar una
enorme cantidad de representaciones (por ejemplo en mosaicos, tanto
con uso decorativo como funerario) en el siglo V d.C.
Una vez en Italia, en 1629, sabemos que
el pintor sevillano estuvo en Génova, Venecia, Roma, Ferrara y
Cento, regresando a Madrid nuevamente en 1630. Pero no dudamos de las
influencias que trajo de su estancia en tierras italianas.
La década de 1630 es la de máximo
esplendor de Velázquez, pues realizó una enorme producción de
retratos reales, retratos a personajes mundanos, temas religiosos,
temas mitológicos y de literatura, entre los que destacan “La
túnica de José”, “La fragua de Vulcano” y paisajes como la
“Vista del jardín de la Villa Medici en Roma”.
La túnica de José
La fragua de Vulcano
Vista del jardín de la Villa Medici de Roma
No hay comentarios:
Publicar un comentario