EL TEMPLO DE PORTUNO O DE LA FORTUNA VIRIL
El templo de la Fortuna Viril es una de
las obras arquitectónicas de los últimos años de la República
Romana que en mejores condiciones de conservación ha llegado hasta
nuestros días. Sus pequeñas dimensiones y los diferentes usos que
ha tenido a lo largo de su historia han hecho que esta pequeña
construcción llegue casi intacta hasta nuestros días.
Pese a que en la actualidad este
pequeño templo romano es conocido como El Templo de la Fortuna
Viril, en su origen la construcción se encontraba dedicada a
Portuno, dios romano de las puertas, la ganadería e incluso de los
puertos marítimos. Según estudios recientes algunos historiadores
han encontrado semejanzas entre Portuno y el dios Jano, ya que ambos
han sido representados con las llaves en la mano.
La obra fue construida hacia el año
100-80 a.C. en el Foro Boario –un espacio a las afueras de la
ciudad de Roma situado en la orilla del Tíber- y está orientado
hacia el puerto fluvial de Roma. Se trata de uno de los templos más
representativos de la época republicana. Desde el siglo V la
construcción pasó a ser una iglesia dedicada a Santa María
Egiziaca, una antigua prostituta convertida al eremitismo. En la
época renacentista el templo pasó a manos de una orden monacal y en
sus inmediaciones se levantaron algunas construcciones que fueron
posteriormente derribadas.
Este templo es una pequeña
construcción levantada siguiendo los mismos cánones que los templos
griegos, aunque con la huella característica de Roma. Está elevado
sobre un pequeño podium y no sobre una grada escalonada como en el
templo griego. Además la escalinata frontal de acceso privilegia
esta visión frontal y también lo aparta del modelo griego que
repartía el protagonismo entre las cuatro fachadas. Se incorpora así
este templo a las exigencias de elevación, frontalidad y axialidad
íntimimamente unidas a la concepción del templo italorromano. Este
templo posee planta rectangular con cuatro columnas –tetrástilo-
exteriores en el lado corto y siete en el lado largo del rectángulo
que se adosan al muro de la cella y que hacen de éste un templo
pseudoperíptero.
Los romanos heredan de los etruscos su
realismo, pero reciben también el idealismo griego. Los templos
etruscos, de material deleznable (arcilla, adobe, madera) apenas se
han conservado pero sabemos que tenían gran parecido con los
arcaicos griegos, con algunos matices diferenciales.
De los etruscos heredan que los templos
sean en muchos casos pseudoperípteros, que apenas existen en Grecia.
Así vemos que los romanos confunden y mezclan los elementos
estructurales con los decorativos y estas columnas adosadas rompen la
monotonía visual del muro liso, incorporando el ritmo,
compartimentando el espacio, seleccionándolo y creando un módulo.
Esta será una herencia que pesará en Occidente hasta nuestros días.
Muchos edificios renacentistas y neoclásicos utilizan frontones sin
función estructural, exclusivamente ornamental.
En los templos griegos la planta se
divide en tres zonas: pronaos, naos o cella y opistodomos. De los
etruscos heredan la ausencia de opistodomos. En la imagen vemos la
pronaos con cuatro columnas al frente y una exenta en el lateral a
modo de vestíbulo, con doble hilera; a continuación la naos o
cella, aquí cerrada con el muro y que suele dividirse en tres, en
honor de la Triada Capitolina (Júpiter, Juno y Minerva). No tiene
opistodomos. Pero no debemos olvidar que los modelos griegos
invadieron todos los campos del arte romano. En la etapa republicana
(510-31 a. C.) a la que pertenece este templo, hay una progresiva
helenización de la arquitectura. Sin embargo, los romanos muestran
su originalidad al no imitar sin más, sino crear nuevas realidades
en las que se identifica lo propiamente romano.
Incorporan todos los órdenes griegos y
aportan dos suyos: el toscano y el compuesto. Aquí el orden jónico
origina un templo esbelto, ágil, evitando la robustez del dórico,
las proporciones matemáticas están presentes en sus elementos, en
los intercolumnios, etc. Es la huella de Grecia y de su idea del
hombre como medida de todas las cosas. Todavía en la República no
existe el colosalismo del Imperio Romano avanzado.
Las columnas y semicolumnas utilizadas
son de orden jónico, la basa está conformada por el collarino,
equino y ábaco, y el fuste es acanalado con aristas vivas aunque en
esta ocasión se ha recubierto de estuco con el fin de otorgar a la
construcción de mayor esbeltez. Especial mención merece el capitel
de las columnas que además de presentar las típicas volutas de
estilo jónico presenta unas pequeñas palmetas decorativas muy
similares a las que aparecen en el Templo de Priene.
En el entablamento el arquitrabe es
liso, tan sólo recorrido por tres platabandas poco desarrolladas y
friso sin decoración. Especial mención merecen los frontones que,
si bien carecen de decoración, están muy desarrollados y con gran
voladizo de las cornisas. La cubrición se realiza a través de un
tejado a dos aguas con techumbre de madera.
El material de construcción es piedra
para las columnas, el entablamento y el frontón, para el muro, opus
caementicium y la techumbre, que no suele conservarse, es de madera.
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