COMENTARIO ARTÍSTICO
DE UNA OBRA. FACHADA DE LA CATEDRAL DE BURGOS.
Laura Suárez Gil.
INTRODUCCIÓN.
Se trata de una portada gótica decorada con esculturas en
altorrelieve o de bulto redondo pero adosadas, con un interesante programa
iconográfico. Está realizada en piedra y los diferentes grupos escultóricos se
adaptan a un marco arquitectónico dado de antemano: es la portada abocinada de
una catedral gótica. La textura de las superficies no se aprecia pero todas las
esculturas miran al espectador y su composición es muy reposada y jerárquica. La
Portada de El Sarmental, pertenece a la fachada meridional de la Catedral de
Burgos y se encuadra entre 1230 y 1240.
COMENTARIO DE TEXTO.
El programa iconográfico de su única portada está dedicado
a la Maiestas Domini, trasmite un mensaje apocalíptico que puede parangonarse
con el modelo que deriva de la Puerta Real de Chartres.
En el centro del tímpano aparece Cristo en Majestad en actitud
de bendecir con la mano derecha, mientras con la izquierda sujeta el libro de
los Evangelios, que apoya en la rodilla. A su izquierda y derecha,
escoltándole, y superpuestos de dos en dos, aparecen los cuatro evangelistas y
sus símbolos o Tetramorfos. Dos de ellos, San Marcos al lado del león, y San
Lucas al lado del toro, van sentados en amplias banquetas, se inclinan sobre
sendos pupitres y escriben al dictado del Nuevo Testamento; los otros dos van
colocados en un nivel superior, encima de su símbolo San Juan el águila, y
encima del ángel San Mateo, los dos también sentados y escribiendo sobre atriles.
El tamaño de los evangelistas es inferior al de Jesús, de acuerdo con el
precepto de la perspectiva jerárquica y parecen escribanos afanados con sus
plumas entre los dedos y los cuernos de la tinta donde mojar a su derecha.
Por debajo del tímpano se sitúa el apostolado que va cubierto
por un doselete corrido, formado por arquillos trilobulados. El tímpano va
delimitado dentro del muro por tres arquivoltas. La primera decorada por una
hilera de ángeles y serafines que, portando cirios, adoran al Creador, mientras
en las dos restantes encontramos a los 24 ancianos del Apocalipsis, reyes
bíblicos y santos. Todas estas esculturas se asientan sobre peanas que al mismo
tiempo ejercen la función de pequeños doseles de las inmediatamente inferiores.
Las jambas de la portada se componen de un zócalo y dos galerías
superpuestas de arcos ciegos. La inferior, sin decoración escultórica, lleva
dobles columnas adosadas, mientras que en la superior son simples y la decoran
esculturas de Moisés, Aarón, San Pedro, San Pablo y otros dos personajes no
identificados.
En el parteluz, aparece la figura de un obispo con mitra
estrellada en la que popularmente se ha visto la representación del obispo don
Mauricio, bajo cuyo pontificado se inició la construcción de la Catedral de
Burgos.
Sobre el doselete que la cobija aparece el Cordero Místico,
elemento iconográfico extraído del Apocalipsis.
El eje de simetría divide el conjunto y subraya la importancia
de dos figuras: el Cristo del tímpano y el obispo del parteluz. Alrededor de
Cristo, que preside el tímpano, se distribuyen el resto de los personajes,
obligados a adaptarse al marco arquitectónico. El arco apuntado del tímpano
exige que los escribanos curven sus cuerpos, las arquivoltas obligan a las
figuras superpuestas a seguir la curva de los arcos, de acuerdo con la
costumbre gótica y en contra de la románica que preferentemente obligaba a
seguir la orientación de las diferentes dovelas de las arcadas.
Las figuras, aunque todavía muestran la frontalidad y rigidez
románicas, ya presentan una humanización gótica al relacionarse entre sí y
desarrollar actividades concretas. Los rostros denotan rasgos diferenciados y
los ropajes, los cuales, favorecen la corporeidad. Los evangelistas-escribanos y
los apóstoles reciben un tratamiento más naturalista.
La mayor parte de las esculturas son prácticamente exentas y se
integran en la arquitectura mediante elementos arquitectónicos como las peanas.
Entre el tímpano y el dintel destaca un doselete corrido que sirve de base a la
escena central y de remate al friso de los apóstoles; su decoración de
castilletes remite a la muralla de Dios o a la Jerusalén celestial.
Se caracteriza por la proporcionalidad de los cuerpos, un mayor
sentimiento narrativo, un interés más definido por la estética, y una mayor
expresión individual; siempre dentro del marco de disposición convencional de
las figuras. El bagaje artístico autóctono también se hizo sentir, aunque
tímidamente.
Bibliografía:
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