MAUSOLEO DE GALA PLACIDIA, RÁVENA
El Mausoleo de Gala Placidia fue construido entre los años
425 y 433 en la ciudad de Rávena, que era la nueva capital del imperio romano
de occidente desde el reinado del emperador Honorio en el año 405. Es un
ejemplo de arquitectura funeraria paleocristiana.
CONTEXTO HISTÓRICO
En el año 402, Rávena se convirtió en la nueva capital del
Imperio Romano de Occidente. La corte del emperador Honorio se traslada desde
Milán hasta esta ciudad. La antigua Roma tampoco es segura. Eran tiempos
difíciles puesto que el imperio había sido dividido y los dos hijos de
Teodosio, que reinaban en ambas mitades del Imperio, desconfiaban el uno del
otro y temían a los pueblos bárbaros.
Rávena ofrece protección a sus pantanos y a un cercano
puerto en el Adriático, Classe, desde donde podían recibir ayuda exterior en
caso de necesidad. Rápidamente la ciudad creció debido a la necesidad de crear
un barrio entero para las nuevas funciones administrativas.
Está dedicado a San Lorenzo, cuya representación preside la
cabecera. Placidia, que era hija de Teodosio I, fue promotora del edificio y
posiblemente dio el visto bueno al conjunto iconográfico que se representa.
Esto es muy importante, puesto que fue una mujer muy sensible a las disputas
del cristianismo de la época y defendía activamente la espiritualidad cristiana
ortodoxa frente a la arriana y nestoriana. La princesa erigió este edificio
para guardar los sepulcros de su familia y pese a que lleva su nombre, no fue
enterrada aquí.
- ANÁLISIS
Nos encontramos ante un edificio
construido en ladrillo de planta de cruz griega. Su exterior es sobrio, con una
cubierta de tejado a dos aguas y un cuerpo cuadrado en el centro cubierto por
tejado a cuatro aguas. La decoración es prácticamente inexistente y queda
reducida a unos arcos ciegos de mediopunto que recorren los muros. Las ventanas
son largas y estrechas contribuyendo a la sobriedad externa del edificio.
Esta
sobriedad exterior contrasta cuando entramos con la riqueza cromática y
decorativa interior. Si en su visión externa predominan los volúmenes cúbicos y
la línea recta, en el interior lo hacen las líneas curvas de arcos y bóvedas.
Así mismo, el ladrillo exterior da paso a muros y bóvedas recubiertos de
mosaicos.
Los brazos
de la cruz quedan cubiertos por bóvedas de cañón. El crucero, de planta
cudrangular, se cubre con una cúpula sobre pechinas.
Si en el exterior predomina lo puramente arquitectónico sobre
cualquier otra consideración estética, en el interior ocurre lo contrario. Los
ricos mosaicos de teselas de colores reproducen una temática de lo más variada
con motivos florares, geométricos y figurativos, recubriendo bóvedas y muros en
un ejemplo de "horror vacui". Predominan los colores azules, dorados
y verdes dándole un efecto de riqueza deslumbrante que contrasta con la
apariencia austera exterior.
MOSAICOS
La cúpula central, aparece cubierta por un mosaico color azul intenso cubierto de estrella doradas y cuyo centro ocupa una cruz latina. En las cuatro esquinas aparecen las cabezas aladas de un toro (San Lucas), un águila (San Juan), un león (San Marcos) y un ángel (San Mateo) como representaciones alegóricas de los evangelistas (Tetramorfos). El mensaje simbólico de la decoración es evidente mostrándonos a Cristo, representado a través de la cruz como elemento de redención, como centro del Universo.
En las paredes del tambor que sostienen la cúpula aparecen
cuatro pares de Apóstoles aclamando la cruz. Sólo se reconocen personalmente a
dos de ellos por los atributos que portan: Pablo un Pergamino y Pedro la llave
del Reino de los cielos. Todos levantan solemnemente su brazo derecho con la
palma de la mano hacia arriba en dirección a la cruz. A los pies de los
Apóstoles aparecen una pareja de palomas bebiendo o posándose en torno a un
gran vaso. De nuevo, el artista vuelve a recurrir al símbolo animalístico para
representar a los comunes cristianos y para ello también utiliza símiles
profanos.
El extradós de los arcos de los que parten las bóvedas
se decora con una guirnalda de hojas de parra, evidente símbolo paleocristiano;
mientras que el intradós se adorna con grecas de variados colores y festones de
frutas en donde se vuelve a ensalzar la cruz.
En el tímpano de la entrada tenemos la imagen más conocida
de este monumento, la que representa a Cristo como Buen Pastor en el paraíso,
uno de los motivos iconográficos paleocristianos más difundidos desde el tiempo
de las catacumbas. Está tranquilamente sentado sobre una roca del prado y
pastorea a seis ovejas que le contemplan y buscan su protección. La figura de
Cristo se muestra idealizada y manifiesta la herencia helenística o pagana. Es
un modelo humano joven y sin barba, que en nada se parece a la imagen siriaca
que se impondrá en el siglo siguiente. La belleza de sus facciones, sumada a la
dignidad y a la serenidad de su pose, nos hacen recordar los presupuestos
de cómo habían de representarse los dioses en el clasicismo. Cristo se asemeja
a un joven Apolo. Se le identifica con un halo de santidad dorado y
apoyado en una cruz. Aun así, tampoco es el Buen Pastor de los siglos III y IV
que vestía con una humilde túnica corta; este Cristo se asemeja un emperador:
viste una dalmática de oro y franja azul y un manto de púrpura real le cubre
las piernas y el hombro.
Sobre el tímpano de la cabecera, presidiendo la capilla, se
representa inequívocamente a San Lorenzo, santo martirizado en el año 258
por el emperador Valeriano. En la escena aparecen sus atributos propios: la
túnica dalmática que le identifica como diácono de la Iglesia; un libro abierto
en la mano; los cuatro evangelios en un armario que simboliza su cargo como
archivero y tesorero de la Iglesia; y, por supuesto, la parrilla
llameante en la que fue torturado. Su figura se pretende asemejar a la de
Cristo al representarle con nimbo dorado sobre su cabeza y una larga cruz
apoyada sobre el hombro. Es muy importante que ésta sea la primera figura
en la que nos fijamos al entrar en el mausoleo, ello prueba la importancia que
este santo tenía para la familia imperial y para la misma iglesia. Por esta
época, San Lorenzo se convirtió en el símbolo de la ortodoxia frente a las
herejías cristianas y de cómo llegar a la salvación a través del martirio.
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