viernes, 1 de diciembre de 2017

COMENTARIO ARTE GÓTICO



El Carro de Heno

El carro de heno es un tríptico del artista Jeroen van Aken (1450 – 1516) más conocido como El Bosco. Fue pintado en óleo sobre tabla, siendo la tabla central del tríptico de mayor tamaño (135 x 100 cm) que las laterales (135 x 45 cm). Su datación es bastante complicada, pues durante mucho tiempo se pensó que la obra dataría de los primeros años del siglo XVI pero actualmente se cree que es más adecuado situarla dentro de las últimas producciones del artista.

En los Países Bajos crece la importancia de la burguesía por las actividades comerciales y financieras, que les lleva a convertirles en clientes. Sus gustos influyen el arte: importancia del retrato e interés por todo lo que le rodea, que se manifiesta en el detallismo y en la minuciosidad en la representación de las cosas y objetos. En este cuadro existe una precisión por las figuras que a veces parecen miniaturas. El autor perteneció y se implicó en una cofradía que criticaba los abusos del clero, como la simonía, la prevaricación o la lujuria. Los placeres que el clero disfrutaba sin ningún recato eran considerados por los Hermanos como el camino hacia el Infierno. Si consideramos la imagen que ofrece el tríptico cerrado, tenemos la visión del Camino de la Vida, el auténtico ideal de los cofrades.

Se representarían de forma satírica los vicios de la sociedad, incluido al Papa y clero. Por tanto existe una función moral, al igual que el Jardín de las Delicias. El hombre ha de hacer un largo viaje, como el peregrino, para conseguir su salvación.

En conjunto la obra está dedicada al tema del pecado. Es precisamente la tabla central la que da nombre al tríptico, en ella se representa un antiguo proverbio flamenco “La vida es un carro de heno y cada uno coge de ella todo lo que puede.” Así, un cortejo procesiona tras el carro que va tirado por unos seres, mitad hombre mitad animales, que representan distintos demonios; mientras, una multitud trata de coger todo el heno posible. La procesión va encabezada por algunas de las figuras más importantes de la época como el Papa o el monarca francés. La tabla, con una iconografía de lo más variada, representa todo tipo de pecados, (asesinato, lujuria, robo…) cometidos tanto por las clases nobles -incluido el clero- como por los campesinos.



En la parte superior una pareja humilde se besa (alusión a la lujuria); delante de ellos otra pareja de clase noble se corteja con la música (simbolizando el amor cortesano) mientras que son observados por otro personaje. La música y los juglares durante la Edad Media se asociaban con lo carnal. A la derecha un demonio azul con nariz de trompa y con cola de pavo real parece disfrutar de la melodía y de los rituales amorosos profanos. Este diablo se contrapone al ángel que mira a Dios en actitud de rezar pidiendo la intercesión divina por la humanidad. El simbolismo de la lechuza que se encuentra encima del diablo parece relacionarse con el pecado y no con la sabiduría, como ocurría en la Antigüedad y posteriormente en el Renacimiento como símbolo de Atenea.



Arriba, entre las nubes, Cristo resucitado contempla lo que ocurre y muestra las heridas de su Pasión. En el centro, mientras las clases bajas se afanan por subir por una escalera al carro a coger su porción de heno recurriendo, si es preciso al asesinato (degollamiento) o a la pelea ( las dos mujeres enfrentadas). Se desarrollan varias escenas de violencia en torno al carro como: una extracción de muelas, un degollamiento, la limpieza del culito de un niño y un asadero de peces. Detrás del carro y a caballo, aparecen el emperador (Maximiliano de Habsburgo), el rey (soberano de las provincias flamencas) y el Papa, con el heno ya conseguido.

Guiando al carro hay extraños seres entre hombre y animal que lo conducen hasta el infierno. Entre estos, un saltamontes con cabeza de mujer, un hombre pez, un hombre con cabeza de ciervo, uno con cabeza de pájaro y un grillo con pies de hombre. El Bosco denuncia con estas escenas el egoísmo, la codicia y la ambición que anidan en el ser humano sea cual sea su condición social y económica...

En la parte inferior se representa un falso mendigo con un niño, crítica de la farsa para conseguir dinero; aparece también el médico embaucador (con diagramas y frascos en una mesa para impresionar a sus víctimas), que tiene la bolsa llena de heno al tener ganancias conseguidas ilícitamente; a la derecha un grupo de monjas: una ofrece heno a un joven probablemente a cambio de favores, otro grupo llena el saco de heno, alusión a la avaricia, mientras son vigiladas por una abadesa gorda símbolo de la gula que parece estar bebiendo.

La tabla de la izquierda también está basada en el tema del pecado pero esta vez remitiendo a los orígenes del mismo. En la zona superior El Bosco representa la expulsión de los ángeles rebeldes que, al desobedecer a Dios, son expulsados del cielo y caen en la tierra en forma de insectos. En la parte inferior se representa la creación de Eva, el Pecado Original y por último en primer plano la expulsión de los primeros padres del paraíso. Esta tabla se ha puesto en relación con otra obra del autor, el tríptico de Viena, donde se representan estas mismas escenas también en la tabla de la izquierda.





La tabla de derecha está muy relacionada con el tríptico más famoso de El Bosco, El Jardín de las Delicias. En ella se representa el infierno al que se dirige el carro junto con todos los personajes que lo siguen. El infierno aparece representado como una ciudad en llamas donde todo un elenco de demonios y condenados se afanan en la construcción de una torre. El primer plano del Infierno aparece dominado por una torre circular inacabada cuyo proceso de construcción se representa con detalle. Un demonio trepa por una escalera, llevando argamasa fresca para el diablo-albañil, que monta sobre el andamiaje de arriba, mientras que un compañero de piel morena sube con un montacargas un madero para el piso. El significado de esa actividad no está claro. Aunque en las descripciones medievales del infierno abundan las torres, los diablos están, en general, demasiado ocupados torturando a sus víctimas como para dedicarse a trabajos arquitectónicos. No obstante, existe una visión del Papa San Gregorio que relata que en el cielo las casas destinadas a recibir las almas de los justos se construían de ladrillos dorados, cada uno de los cuales representaba una limosna o una buena acción efectuada por alguien en la Tierra. Quizá El Bosco representó la contraportada infernal de estas mansiones celestiales: obras del diablo construidas por la avaricia. Por otro lado, su torre podría parodiar la Torre de Babel, con la que los seres humanos habían tratado de tomar al asalto las puertas del cielo. En este caso, sería el símbolo de la soberbia, el pecado que hizo caer a los ángeles rebeldes y que está representado por el aspecto mundano del príncipe y del prelado y por la comitiva que los sigue detrás del carro.



Otros castigos también se relacionan con los pecados ilustrados en la tabla central. Sobre el puente que conduce a la torre infernal, varios demonios atormentan a un alma desnuda montada sobre una vaca, figura inspirada quizá en la visión de Tundal, quien, durante su recorrido ficticio por el infierno, fue obligado a conducir una vaca a través de un puente angosto como castigo por haber robado una res del ganado de su vecino. En el puente se encontró con quienes habían asaltado las iglesias y cometido otros actos sacrílegos, detalle del que pudo haber surgido el cáliz que empuña la figura de El Bosco. Al individuo sobre el suelo, a quien un escuerzo le roe los genitales, le cabe la suerte de los lujuriosos mientras que la voracidad se castiga adecuadamente mediante un monstruo en forma de pez que aparece en primer plano.

Por encima de este y a la izquierda, un diablo cazador toca su cuerno; su presa ha sido destripada y cuelga de su lanza con la cabeza hacia abajo. Sus perros se adelantan para acosar a otros dos fugitivos debajo del puente. Por complejas que fueran sus ramificaciones, el significado básico de El carro de heno es relativamente sencillo; la cosa cambia en El jardín de las delicias.

Una vez cerrado el tríptico representa un peregrino que recorre la vida esquivando los pecados y tentaciones que en ella se le aparecen.



La iconografía de El Bosco es tan complicada y variada como su riquísimo detallismo. En su obra nada es accesorio o trivial, la composición está más que pensada y el uso del óleo le permite llegar a tal grado de minuciosidad que cada rincón del cuadro sorprende al espectador con un nuevo detalle.

Existe una copia del original mandada realizar por el monarca Felipe II para El Escorial y que aún se conserva allí mismo, mientras que el original se encuentra dentro de las magníficas colecciones de pintura flamenca que tiene el Museo del Prado de Madrid.

En el año 1570 el rey español Felipe II compró diversos libros y pinturas a los herederos del difunto Felipe de Guevara, quien fuera mayordomo de Felipe el Hermoso y gentilhombre de boca de Carlos V, pero ante todo un humanista especializado en filología, numismática, arqueología y pintura. Entre las obras adquiridas, destinadas a ampliar la creciente colección que iba a decorar El Escorial, se encontraba El carro de heno, del flamenco Hieronymus Bosch, a quien se conocía en España como el Bosco. El humanista había sido un gran admirador de este pintor, al que incluyó y elogió ampliamente en un tratado titulado Comentarios de la pintura, y se lo había recomendado encarecidamente al monarca, llegando a compartir ambos la pasión por su pintura. Felipe II acabaría convirtiéndose en el mayor coleccionista de las obras de El Bosco, hoy custodiadas por el Museo del Prado, como El jardín de las delicias, Las tentaciones de San Antonio, La extracción de la piedra de la locura o Los siete pecados capitales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario