El Carro de Heno
El carro de heno es un tríptico
del artista Jeroen van Aken (1450 – 1516) más conocido como El
Bosco. Fue pintado en óleo sobre tabla, siendo la tabla central del
tríptico de mayor tamaño (135 x 100 cm) que las laterales (135 x 45
cm). Su datación es bastante complicada, pues durante mucho tiempo
se pensó que la obra dataría de los primeros años del siglo XVI
pero actualmente se cree que es más adecuado situarla dentro de las
últimas producciones del artista.
En los Países Bajos crece la
importancia de la burguesía por las actividades comerciales y
financieras, que les lleva a convertirles en clientes. Sus gustos
influyen el arte: importancia del retrato e interés por todo lo que
le rodea, que se manifiesta en el detallismo y en la minuciosidad
en la representación de las cosas y objetos. En este cuadro existe
una precisión por las figuras que a veces parecen miniaturas. El
autor perteneció y se implicó en una cofradía que criticaba los
abusos del clero, como la simonía, la prevaricación o la lujuria.
Los placeres que el clero disfrutaba sin ningún recato eran
considerados por los Hermanos como el camino hacia el Infierno. Si
consideramos la imagen que ofrece el tríptico cerrado, tenemos la
visión del Camino de la Vida, el auténtico ideal de los cofrades.
Se representarían de forma satírica
los vicios de la sociedad, incluido al Papa y clero. Por tanto existe
una función moral, al igual que el Jardín de las Delicias. El
hombre ha de hacer un largo viaje, como el peregrino, para conseguir
su salvación.
En conjunto la obra está dedicada al
tema del pecado. Es precisamente la tabla central la que da nombre al
tríptico, en ella se representa un antiguo proverbio flamenco “La
vida es un carro de heno y cada uno coge de ella todo lo que puede.”
Así, un cortejo procesiona tras el carro que va tirado por unos
seres, mitad hombre mitad animales, que representan distintos
demonios; mientras, una multitud trata de coger todo el heno posible.
La procesión va encabezada por algunas de las figuras más
importantes de la época como el Papa o el monarca francés. La
tabla, con una iconografía de lo más variada, representa todo tipo
de pecados, (asesinato, lujuria, robo…) cometidos tanto por las
clases nobles -incluido el clero- como por los campesinos.
En la parte superior una pareja humilde
se besa (alusión a la lujuria); delante de ellos otra pareja de
clase noble se corteja con la música (simbolizando el amor
cortesano) mientras que son observados por otro personaje. La música
y los juglares durante la Edad Media se asociaban con lo carnal. A la
derecha un demonio azul con nariz de trompa y con cola de pavo real
parece disfrutar de la melodía y de los rituales amorosos profanos.
Este diablo se contrapone al ángel que mira a Dios en actitud de
rezar pidiendo la intercesión divina por la humanidad. El
simbolismo de la lechuza que se encuentra encima del diablo parece
relacionarse con el pecado y no con la sabiduría, como ocurría en
la Antigüedad y posteriormente en el Renacimiento como símbolo de
Atenea.
Arriba, entre las nubes, Cristo
resucitado contempla lo que ocurre y muestra las heridas de su
Pasión. En el centro, mientras las clases bajas se afanan por subir
por una escalera al carro a coger su porción de heno recurriendo, si
es preciso al asesinato (degollamiento) o a la pelea ( las dos
mujeres enfrentadas). Se desarrollan varias escenas de violencia en
torno al carro como: una extracción de muelas, un degollamiento, la
limpieza del culito de un niño y un asadero de peces. Detrás del
carro y a caballo, aparecen el emperador (Maximiliano de Habsburgo),
el rey (soberano de las provincias flamencas) y el Papa, con el heno
ya conseguido.
Guiando al carro hay extraños seres
entre hombre y animal que lo conducen hasta el infierno. Entre estos,
un saltamontes con cabeza de mujer, un hombre pez, un hombre con
cabeza de ciervo, uno con cabeza de pájaro y un grillo con pies de
hombre. El Bosco denuncia con estas escenas el egoísmo, la codicia y
la ambición que anidan en el ser humano sea cual sea su condición
social y económica...
En la parte inferior se representa un
falso mendigo con un niño, crítica de la farsa para conseguir
dinero; aparece también el médico embaucador (con diagramas y
frascos en una mesa para impresionar a sus víctimas), que tiene la
bolsa llena de heno al tener ganancias conseguidas ilícitamente; a
la derecha un grupo de monjas: una ofrece heno a un joven
probablemente a cambio de favores, otro grupo llena el saco de heno,
alusión a la avaricia, mientras son vigiladas por una abadesa gorda
símbolo de la gula que parece estar bebiendo.
La tabla de la izquierda también está
basada en el tema del pecado pero esta vez remitiendo a los orígenes
del mismo. En la zona superior El Bosco representa la expulsión de
los ángeles rebeldes que, al desobedecer a Dios, son expulsados del
cielo y caen en la tierra en forma de insectos. En la parte inferior
se representa la creación de Eva, el Pecado Original y por último
en primer plano la expulsión de los primeros padres del paraíso.
Esta tabla se ha puesto en relación con otra obra del autor, el
tríptico de Viena, donde se representan estas mismas escenas
también en la tabla de la izquierda.
La tabla de derecha está muy
relacionada con el tríptico más famoso de El Bosco, El Jardín
de las Delicias. En ella se representa el infierno al que se
dirige el carro junto con todos los personajes que lo siguen. El
infierno aparece representado como una ciudad en llamas donde todo un
elenco de demonios y condenados se afanan en la construcción de una
torre. El primer plano del Infierno aparece dominado por una torre
circular inacabada cuyo proceso de construcción se representa con
detalle. Un demonio trepa por una escalera, llevando argamasa fresca
para el diablo-albañil, que monta sobre el andamiaje de arriba,
mientras que un compañero de piel morena sube con un montacargas un
madero para el piso. El significado de esa actividad no está claro.
Aunque en las descripciones medievales del infierno abundan las
torres, los diablos están, en general, demasiado ocupados torturando
a sus víctimas como para dedicarse a trabajos arquitectónicos. No
obstante, existe una visión del Papa San Gregorio que relata que en
el cielo las casas destinadas a recibir las almas de los justos se
construían de ladrillos dorados, cada uno de los cuales representaba
una limosna o una buena acción efectuada por alguien en la Tierra.
Quizá El Bosco representó la contraportada infernal de estas
mansiones celestiales: obras del diablo construidas por la avaricia.
Por otro lado, su torre podría parodiar la Torre de Babel, con la
que los seres humanos habían tratado de tomar al asalto las puertas
del cielo. En este caso, sería el símbolo de la soberbia, el pecado
que hizo caer a los ángeles rebeldes y que está representado por el
aspecto mundano del príncipe y del prelado y por la comitiva que los
sigue detrás del carro.
Otros castigos también se relacionan
con los pecados ilustrados en la tabla central. Sobre el puente que
conduce a la torre infernal, varios demonios atormentan a un alma
desnuda montada sobre una vaca, figura inspirada quizá en la visión
de Tundal, quien, durante su recorrido ficticio por el infierno, fue
obligado a conducir una vaca a través de un puente angosto como
castigo por haber robado una res del ganado de su vecino. En el
puente se encontró con quienes habían asaltado las iglesias y
cometido otros actos sacrílegos, detalle del que pudo haber surgido
el cáliz que empuña la figura de El Bosco. Al individuo sobre el
suelo, a quien un escuerzo le roe los genitales, le cabe la suerte de
los lujuriosos mientras que la voracidad se castiga adecuadamente
mediante un monstruo en forma de pez que aparece en primer plano.
Por encima de este y a la izquierda, un
diablo cazador toca su cuerno; su presa ha sido destripada y cuelga
de su lanza con la cabeza hacia abajo. Sus perros se adelantan para
acosar a otros dos fugitivos debajo del puente. Por complejas que
fueran sus ramificaciones, el significado básico de El carro de
heno es relativamente sencillo; la cosa cambia en El jardín
de las delicias.
Una vez cerrado el tríptico representa
un peregrino que recorre la vida esquivando los pecados y tentaciones
que en ella se le aparecen.
La iconografía de El Bosco es tan
complicada y variada como su riquísimo detallismo. En su obra nada
es accesorio o trivial, la composición está más que pensada y el
uso del óleo le permite llegar a tal grado de minuciosidad que cada
rincón del cuadro sorprende al espectador con un nuevo detalle.
Existe una copia del original mandada
realizar por el monarca Felipe II para El Escorial y que aún se
conserva allí mismo, mientras que el original se encuentra dentro de
las magníficas colecciones de pintura flamenca que tiene el Museo
del Prado de Madrid.
En el año 1570 el rey español Felipe
II compró diversos libros y pinturas a los herederos del difunto
Felipe de Guevara, quien fuera mayordomo de Felipe el Hermoso y
gentilhombre de boca de Carlos V, pero ante todo un humanista
especializado en filología, numismática, arqueología y pintura.
Entre las obras adquiridas, destinadas a ampliar la creciente
colección que iba a decorar El Escorial, se encontraba El
carro de heno, del flamenco Hieronymus Bosch, a quien se
conocía en España como el Bosco. El humanista había sido un gran
admirador de este pintor, al que incluyó y elogió ampliamente en un
tratado titulado Comentarios de
la pintura, y se lo había recomendado encarecidamente al
monarca, llegando a compartir ambos la pasión por su pintura. Felipe
II acabaría convirtiéndose en el mayor coleccionista de las obras
de El Bosco, hoy custodiadas por el Museo del Prado, como El
jardín de las delicias, Las tentaciones de San Antonio,
La extracción de la piedra de la locura o Los siete
pecados capitales.
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