lunes, 15 de enero de 2018

Cinquecento: Última Cena



Última cena


  •  CONTEXTO HISTÓRICO

La Última Cena de Leonardo Da Vinci es un fresco de 4,60 x 8,80 metros pintado entre 1495 y 1498, en la pared del refectorio de la iglesia de Santa Maria delle Grazie (Milán), elegida por el duque Lodovico como capilla y mausoleo de familia, y cuyo tribuna y presbiterio había hecho renovar por Bramante en 1492.

El momento histórico marca la transición del Quattrocento al Cinquecento.  Un nuevo centro artístico tomará protagonismo, Roma, y unos nuevos mecenas, los Papas. Allí acudirán los tres grandes genios de la pintura del Cinquecento: Leonardo, Rafael y Miguel Ángel. Aunque Leonardo abandonará Italia para ubicarse en la corte de  Francisco I de  Francia.

Leonardo Da Vinci
         Leonardo es el hombre que mejor representa lo que fue el  humanista   A  lo largo de su vida, Leonardo se dedicó a la constante exploración: diseñador de aparatos de ingeniería, investigador del cuerpo humano, la óptica  e incluso la gastronomía.  De entre todas estas ocupaciones, probablemente fuera la pintura la que más le permitió expresarse.

  • LA OBRA

La obra se encuentra muy deteriorada desde el mismo momento de su realización, y ha ido empeorando con el tiempo, las restauraciones y los repintes. En la época de Leonardo era frecuente medir la habilidad de un pintor por su capacidad para pintar al fresco. Esta técnica es muy exigente y precisa de una gran labor previa para poder ejecutar el trabajo metro a metro, sin repintes, sin bocetos, sin correcciones. Leonardo jamás controló esta técnica. A cambio, inventó un método personal que le permitía corregir lo ya pintado. Sin embargo, los aglutinantes empleados o la calidad de los pigmentos no fue la óptima, y el color se degradó a los pocos meses de ser ya terminada. A ello se suman los problemas de humedad del refectorio, así como diversos avatares históricos: dos restauraciones en el siglo XVIII, el uso del refectorio como arsenal en la guerra de 1800, nuevas restauraciones... 

El encargo de la Ultima Cena lo efectuó Ludovico el Moro, duque de Milán. Lo quería para el monasterio de Santa María delle Grazie, que había convertido en la capilla familiar de los Sforza. El duque solía ir a cenar los jueves con el abad, y pidió a Leonardo que adornara la sala con este fresco. La composición de Leonardo ha resultado crucial. 

Perspectiva


Punto de fuga de Jesús.

Usando la horizontalidad teatral pinta una gran mesa cuadrada, los apóstoles sentados alineados a ella con Jesucristo en el medio y detrás una sala grande con ventanas al exterior, viéndose un paisaje montañoso en ellas; todo bajo un techo de vigas de madera. La visión desde las ventanas aporta perspectiva y una visión hasta la lejanía por el paisaje que desde ellas se aprecia. Todo ello elaborado con formas cuadradas (las ventanas, la mesa, la caída del mantel en la mesa, el techo, los varales rectangulares). Es observable la perspectiva lineal o geométrica: las paredes se estrechan y el techo desciende a la vez que las vigas de madera se reducen teniendo como punto de fuga Jesús.

Color 


Se establece un  equilibrio entre los colores. Por ejemplo el frío azul y el cálido rojo que se unen en la figura de Jesús. En  las paredes dominan colores que no llaman la atención, ocres o marrones, así no nos distraemos del tema y acción del cuadro. Leonardo ilumina la escena con luz artificial a su conveniencia también; prescinde de la iluminación natural que suministrarían las ventanas traseras y solo la usa para difusamente aureolar la cabeza de Cristo, sustituyendo a los atributos conocidos, durante este momento que anuncia la traición de Judas, para dar un contraluz.

Organización 



 Su éxito se basa en la fuerza psicológica de la escena. Contra lo habitual hasta el momento, el pintor no centra la escena en el momento de la consagración del pan, la institución de la Eucaristía, sino en el momento en el que Cristo denuncia la traición de uno de los discípulos. Ante su palabra, cada discípulo reacciona de una manera diferente, lo que permite realizar a Leonardo un completo estudio de los temperamentos humanos: la cólera, la sorpresa, la incredulidad, la duda... la culpabilidad. Judas no está, como tradicionalmente, a un extremo de la mesa, sino en medio, sin hablar con nadie. Es sabido que Leonardo utilizó personas reales como modelos para los personajes del mural. Incluso se retrató a sí mismo el segundo empezando por la izquierda como se puede ver en la imagen.

La manera tradicional de organizar un grupo tan abundante en un friso horizontal, se solía colocar dos grupos de seis a ambos lados de Cristo. Pero Leonardo los distribuye en grupos de tres. 

El cuadro tiene ritmo por las actitudes de los apóstoles, la importancia de los gestos y las manos:

Judas aferrando la bolsa de las monedas.
   
 En el primer grupo a la izquierda: Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés hablan entre ellos, incrédulos‚ de lo que oyen. En el segundo, Pedro se inclina hacia Cristo, detrás de la figura de Judas, que se retrasa aferrando la bolsa de las monedas; a su lado Juan, pensativo y joven como el discípulo predilecto. Sitúa la mano de San Pedro entre ambos, diferenciando la inocencia y la traición (la posición de Pedro y Juan  ha dado lugar a la hipótesis planteada por D.Brown en su libro el Código da Vinci  en la que sostiene que  Pedro está amenazando a María Magdalena).

Derecha.

En la parte derecha, Tomás levanta un dedo, al lado de Santiago Mayor y Felipe. El último grupo formado por Mateo y Simón se dirige gesticulando a Tadeo que está en un extremo de la mesa. 

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1 comentario:

  1. La comprensión de esta obra resulta del estudio de De amore, de Ficino.

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