domingo, 28 de enero de 2018

COMENTARIO CINQUECENTO



MOISÉS DE MIGUEL ÁNGEL

Nos encontramos ante una escultura renacentista del siglo XVI, pertenenciente a la etapa de Cinquecento en Italia. Es la figura central de la tumba del Papa Julio II, que se encuentra en la iglesia de San Pedro in Víncoli, en Roma. Fue realizada en 1515 por Miguel Ángel Buonarotti, escultor florentino. Está realizada en mármol blanco de Carrara y se trata de una escultura exenta o de bulto redondo, de cuerpo entero y sedente, auque dada la configuración del sepulcro (tipo fachada adherido al muro), la obra sólo puede ser contemplada frontalmente.

El escultor es Miguel Ángel Buonarotti (1475-1564), es el escultor más importante del Cinquento Italiano y uno de los más importantes de la Historia Universal del Arte. Transmite la imagen de genio polifacético y humanista renacentista, ejerce con gran destreza la arquitectura, la pintura, la poesía y por supuesto la escultura, que será su auténtica vocación. En sus obras busca la belleza ideal, que en el sentido neoplatónico será la expresión de un orden intelectual.

Su trayectoria artística atravesará varias etapas, una etapa de juventud, donde se ajusta más a las formas clásicas y existe una voluntad más patente de búsqueda de la belleza ideal como es el caso del David o la Piedad del Vaticano. Una etapa de madurez, donde aparecen tendencias más manieristas, diluyéndose el ideal estético clasicista, donde el mejor ejemplo es este Moisés. Y una etapa de vejez, donde abandona por completo la estética clásica y busca nuevas formas de expresión tanto en la talla como en la composición que lo acercan más al Barroco. Miguel Ángel se convertirá en el referente de multitud de escultores posteriores destacando sobre ellos el escultor francés Rodin.

El tema es bíblico (un pasaje del Antiguo Testamento): el profeta Moisés, al regresar de su estancia de cuarenta días en el monte Sinaí, portando bajo el brazo las Tablas de la Ley para enseñárselas a los israelitas, contempla horrorizado cómo éstos han abandonado el culto de Jahvé (Jehová) y están adorando al Becerro de Oro. El tema representado hay que situarlo en una narración más extensa que abarcaría desde la vida de Moisés y el cautiverio del pueblo hebreo en Egipto, hasta que éste los conduce a la Tierra Prometida (Palestina), después de un largo periplo a través del desierto. Moisés nunca llegará a ver la tierra prometida por Jahvé, pero conducirá a su pueblo desde el cautiverio hasta la liberación.

El modelado es perfecto. Miguel Ángel ha tratado el mármol, su material predilecto, como si fuera la más dócil de las materias. El estudio anatómico es de un naturalismo asombroso (los brazos del profeta exhiben la fortaleza y tensión de un atleta, a pesar de la edad madura del mismo). El mármol blanco pulido deja resbalar la luz. Las ropas caen en pliegues de gran naturalismo, donde los contrastes de luces y sombras que provocan las profundas oquedades en el mármol, otorgan a la figura su rotundo volumen.



La composición, es cerrada, clásica, en torno a un eje vertical desde la cabeza al pliegue formado por las piernas del profeta, la figura queda enmarcada entre dos líneas verticales. Existe un ligero contrapposto a pesar de estar sentado, y que queda patente en el giro de la cabeza y los movimientos contrarios de piernas y brazos. Con esta complicada composición, Miguel Ángel quiere sugerirnos la clásica idea aristotélica del momento preciso entre ser en potencia y ser en acto (os músculos están en tensión, pero no hay movimiento en acto). Así es cómo Miguel Ángel nos sugiere el momento en que Moisés, cargado de furia, decide levantarse y dirigirse a su pueblo que ha caído en la adoración del Becerro de Oro. Aquí el autor abandona los gestos dulces y serenos de su juventud, sustituidos ahora por una gran expresividad dramática y feroz, que los críticos han señalado como "terribilitá".



Consigue que este coloso no resulte pesado, sino grandioso. Capta el instante en que Moisés vuelve la cabeza y va a levantarse, lleno de furia ante la infidelidad de su pueblo. Esta ira, la "terribilitá", que le embarga se expresa en su rostro, que se contrae en un gesto ceñudo y feroz, anticipio de la cólera que estallará en breve. Miguel Ángel abandona los rostros serenos de su primera época y opta por una expresividad acentuada y dramática, anuncio del Barroco. Moisés está lleno de vida interior. Posiblemente sea producto no sólo de su propia evolución personal, sino también de la influencia que sobre él ejerció el descubrimiento del grupo helenístico del Laocoonte (1506). Es la culminación del idealismo dramático que caracteriza esta etapa de su producción escultórica y que tambén observamos en su pintura.

Podemos ver en esta escultura las características del estilo renacentista: búsqueda de la belleza ideal, acentuado naturalismo, interés por la figura humana y su anatomía (el cuerpo como expresión del ideal humanista de virtud y fortaleza y no como depósito del pecado, como era percibido en la Edad Media), tal como corresponde a la cultura antropocéntrica del periodo humanista; al igual que en la Antigüedad clásica, se crean: composiciones equilibradas, armoniosas, movimiento en potencia, perfección técnica. Todas estas características, no obstante, han de ser matizadas según la naturaleza de la obra y el autor del que se trate, ya que Miguel Ángel es, en sí mismo, un caso excepcional por la calidad de sus obras y la evolución estilística que ofrece en su larga vida: desde el idealismo clásico de influjo donatelliano hasta el dramatismo de sus obras de madurez o la distorsión (anticlásica) de sus últimas versiones de la Pietá, antecedentes ya del Barroco.



Este Moisés pertenece a un gigantesco proyecto de tumba para uno de los principales mecenas de Miguel Ángel, el papa Julio II, el cual también le encargaría la bóveda de la Capilla Sixtina. Sin embargo, y acuciado por los encargos de todo tipo, el artista nunca llegó a consumar el proyecto, siendo en numerosas ocasiones emplazado a ello por los herederos del Papa. Este proyecto sufrió seis transformaciones hasta llegar a la que ahora se encuentra expuesta. De ella sobresale esta escultura, las de Lía y Raquel, así como varios Esclavos sin terminar que se muestran, desperdigados, en varios museos. El proyecto original difiere mucho del resultado final, ya que se trataba de una tumba exenta, con cuatro fachadas y más de cuarenta estatuas y que iría ubicada bajo la gran cúpula de San Pedro del Vaticano. Sin embargo este gran proyecto fue reduciéndose por motivos económicos y sobre todo por la muerte del propio promotor Julio II. Quedan sin embargo, algunas estatuas de esclavos, muchas sin terminar que formarían parte del gran conjunto escultórico. Por las trazas conservadas, el monumento sería un templete dividido en varios pisos, estando el Moisés situado en el segundo de ellos, en una de las esquinas, haciendo pareja con San Pablo y otras dos figuras.






Algunos críticos interpretan al Moisés como un retrato idealizado del propio escultor o bien del Papa Julio II, como un guerrero de Dios o líder espiritual, tal y cómo lo fue el profeta en las santas escrituras que liberó a su pueblo de la tiranía de Egipto. Es posible que el sentido que buscaba Miguel Ángel era simbolizar la fusión de la vida activa y la contemplativa, según el ideal platónico y que representaba muy bien el personaje bíblico.


http://tom-historiadelarte.blogspot.com.es/2011/02/analisis-del-moises-de-miguel-angel.html
http://www.auladehistoria.org/2014/09/comentario-arte-moises-miguel-angel.html
http://blogarteehistoria.blogspot.com.es/2010/03/comentario-moises.html
http://sdelbiombo.blogia.com/2011/012101-miguel-angel.-el-moises-comentado.php

No hay comentarios:

Publicar un comentario