MOISÉS DE MIGUEL ÁNGEL
Nos encontramos ante una escultura renacentista del siglo
XVI, pertenenciente a la etapa de Cinquecento en Italia. Es la figura
central de la tumba del Papa Julio II, que se encuentra en la iglesia
de San Pedro in Víncoli, en Roma. Fue realizada en 1515 por Miguel
Ángel Buonarotti, escultor florentino. Está realizada en mármol blanco de
Carrara y se trata de una escultura exenta o de bulto redondo, de
cuerpo entero y sedente, auque dada la configuración del sepulcro
(tipo fachada adherido al muro), la obra sólo puede ser contemplada
frontalmente.
El escultor es Miguel Ángel Buonarotti
(1475-1564), es el escultor más importante del Cinquento Italiano y
uno de los más importantes de la Historia Universal del Arte.
Transmite la imagen de genio polifacético y humanista renacentista,
ejerce con gran destreza la arquitectura, la pintura, la poesía y
por supuesto la escultura, que será su auténtica vocación. En sus
obras busca la belleza ideal, que en el sentido neoplatónico será
la expresión de un orden intelectual.
Su trayectoria artística atravesará
varias etapas, una etapa de juventud, donde se ajusta más a las
formas clásicas y existe una voluntad más patente de búsqueda de
la belleza ideal como es el caso del David o la Piedad del Vaticano.
Una etapa de madurez, donde aparecen tendencias más manieristas,
diluyéndose el ideal estético clasicista, donde el mejor ejemplo es
este Moisés. Y una etapa de vejez, donde abandona por completo la
estética clásica y busca nuevas formas de expresión tanto en la
talla como en la composición que lo acercan más al Barroco. Miguel
Ángel se convertirá en el referente de multitud de escultores
posteriores destacando sobre ellos el escultor francés Rodin.
El tema es bíblico (un pasaje del
Antiguo Testamento): el profeta Moisés, al regresar de su estancia
de cuarenta días en el monte Sinaí, portando bajo el brazo las
Tablas de la Ley para enseñárselas a los israelitas, contempla
horrorizado cómo éstos han abandonado el culto de Jahvé (Jehová)
y están adorando al Becerro de Oro. El tema representado hay que
situarlo en una narración más extensa que abarcaría desde la vida
de Moisés y el cautiverio del pueblo hebreo en Egipto, hasta que
éste los conduce a la Tierra Prometida (Palestina), después de un
largo periplo a través del desierto. Moisés nunca llegará a ver la
tierra prometida por Jahvé, pero conducirá a su pueblo desde el
cautiverio hasta la liberación.
El modelado es perfecto. Miguel Ángel
ha tratado el mármol, su material predilecto, como si fuera la más
dócil de las materias. El estudio anatómico es de un naturalismo
asombroso (los brazos del profeta exhiben la fortaleza y tensión de
un atleta, a pesar de la edad madura del mismo). El mármol blanco
pulido deja resbalar la luz. Las ropas caen en pliegues de gran
naturalismo, donde los contrastes de luces y sombras que provocan las
profundas oquedades en el mármol, otorgan a la figura su rotundo
volumen.
La composición, es cerrada, clásica,
en torno a un eje vertical desde la cabeza al pliegue formado por las
piernas del profeta, la figura queda enmarcada entre dos líneas
verticales. Existe un ligero contrapposto a pesar de estar sentado, y
que queda patente en el giro de la cabeza y los movimientos
contrarios de piernas y brazos. Con esta complicada composición,
Miguel Ángel quiere sugerirnos la clásica idea aristotélica del
momento preciso entre ser en potencia y ser en acto (os músculos
están en tensión, pero no hay movimiento en acto). Así es cómo
Miguel Ángel nos sugiere el momento en que Moisés, cargado de
furia, decide levantarse y dirigirse a su pueblo que ha caído en la
adoración del Becerro de Oro. Aquí el autor abandona los gestos
dulces y serenos de su juventud, sustituidos ahora por una gran
expresividad dramática y feroz, que los críticos han señalado como
"terribilitá".
Consigue que este coloso no resulte
pesado, sino grandioso. Capta el instante en que Moisés vuelve la
cabeza y va a levantarse, lleno de furia ante la infidelidad de su
pueblo. Esta ira, la "terribilitá", que le embarga se
expresa en su rostro, que se contrae en un gesto ceñudo y feroz,
anticipio de la cólera que estallará en breve. Miguel Ángel
abandona los rostros serenos de su primera época y opta por una
expresividad acentuada y dramática, anuncio del Barroco. Moisés
está lleno de vida interior. Posiblemente sea producto no sólo de
su propia evolución personal, sino también de la influencia que
sobre él ejerció el descubrimiento del grupo helenístico del
Laocoonte (1506). Es la culminación del idealismo dramático que
caracteriza esta etapa de su producción escultórica y que tambén
observamos en su pintura.
Podemos ver en esta escultura las
características del estilo renacentista: búsqueda de la belleza
ideal, acentuado naturalismo, interés por la figura humana y su
anatomía (el cuerpo como expresión del ideal humanista de virtud y
fortaleza y no como depósito del pecado, como era percibido en la
Edad Media), tal como corresponde a la cultura antropocéntrica del
periodo humanista; al igual que en la Antigüedad clásica, se crean:
composiciones equilibradas, armoniosas, movimiento en potencia,
perfección técnica. Todas estas características, no obstante, han
de ser matizadas según la naturaleza de la obra y el autor del que
se trate, ya que Miguel Ángel es, en sí mismo, un caso excepcional
por la calidad de sus obras y la evolución estilística que ofrece
en su larga vida: desde el idealismo clásico de influjo donatelliano
hasta el dramatismo de sus obras de madurez o la distorsión
(anticlásica) de sus últimas versiones de la Pietá, antecedentes
ya del Barroco.
Este Moisés pertenece a un gigantesco
proyecto de tumba para uno de los principales mecenas de Miguel
Ángel, el papa Julio II, el cual también le encargaría la bóveda
de la Capilla Sixtina. Sin embargo, y acuciado por los encargos de
todo tipo, el artista nunca llegó a consumar el proyecto, siendo en
numerosas ocasiones emplazado a ello por los herederos del Papa. Este
proyecto sufrió seis transformaciones hasta llegar a la que ahora se
encuentra expuesta. De ella sobresale esta escultura, las de Lía y
Raquel, así como varios Esclavos sin terminar que se muestran,
desperdigados, en varios museos. El proyecto original difiere mucho
del resultado final, ya que se trataba de una tumba exenta, con
cuatro fachadas y más de cuarenta estatuas y que iría ubicada bajo
la gran cúpula de San Pedro del Vaticano. Sin embargo este gran
proyecto fue reduciéndose por motivos económicos y sobre todo por
la muerte del propio promotor Julio II. Quedan sin embargo, algunas
estatuas de esclavos, muchas sin terminar que formarían parte del
gran conjunto escultórico. Por las trazas conservadas, el monumento
sería un templete dividido en varios pisos, estando el Moisés
situado en el segundo de ellos, en una de las esquinas, haciendo
pareja con San Pablo y otras dos figuras.
Algunos críticos interpretan al Moisés
como un retrato idealizado del propio escultor o bien del Papa Julio
II, como un guerrero de Dios o líder espiritual, tal y cómo lo fue
el profeta en las santas escrituras que liberó a su pueblo de la
tiranía de Egipto. Es posible que el sentido que buscaba Miguel
Ángel era simbolizar la fusión de la vida activa y la
contemplativa, según el ideal platónico y que representaba muy bien
el personaje bíblico.
http://tom-historiadelarte.blogspot.com.es/2011/02/analisis-del-moises-de-miguel-angel.html
http://www.auladehistoria.org/2014/09/comentario-arte-moises-miguel-angel.html
http://blogarteehistoria.blogspot.com.es/2010/03/comentario-moises.html
http://sdelbiombo.blogia.com/2011/012101-miguel-angel.-el-moises-comentado.php
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