APOLO DESOLLANDO A MARSIAS
Apolo y Marsias, pintado en 1637
y del que existen varias versiones, podría considerarse un cuadro donde
encontramos los dos momentos básicos de la pintura de Ribera: el naturalismo de
su primera etapa, con esos fuertes claroscuros, centrado en el atormentado
personaje de Marsias, frente a esa nueva luminosidad que se abre a partir de la
década de los años treinta, con ciertos tintes del clasicismo que imperaba en
la pintura italiana del momento.
Principalmente reconocido por sus
cuadros de carácter religioso martirial, como los de San Jerónimo o San
Bartolomé, donde su tenebrismo encuentra un amplio campo de actuación en la
representación de cruentas imágenes, Ribera compondrá también obras de carácter
mitológico y profano, algunas de ellas excepcionales, siempre guiado de la mano
de la verdad que la naturaleza impone.
Apolo sereno mientras desolla al sátiro |
Se destaca en Marsias su gesto de dolor |
Compañeros del perdedor, al fondo |
Marsias era un joven frigio que
desafió a Apolo a un concurso de flauta. Las Musas declararon vencedor a Apolo
y el dios, para castigar a Marsias por su soberbia y audacia, lo ató a un árbol
y lo desolló vivo. Ribera repitió el tema en varias ocasiones, eligiendo el
momento del castigo. Marsias aparece en un pronunciado escorzo destacando su
gesto de dolor, captado con soberbio naturalismo, y el realismo de su anatomía,
conseguido gracias al tratamiento pictórico de la materia. El dios procede a
realizar el castigo con sus propias manos y quita la piel de la pata del
sátiro, mostrando un gesto alegre y complaciente. Al fondo observamos a los
compañeros del perdedor que lloran de pena y rabia ante la visión del martirio,
en un conjunto que se asemeja a las Pinturas Negras de Goya.
La composición se organiza a
partir de diagonales cruzadas, configurando los personajes de Apolo y Marsias
un círculo subrayado por el manto del dios. La luz procedente de la izquierda
crea un efecto de atardecer, especialmente en el celaje rojizo que reforzaría
la dureza del castigo. Esa iluminación crea brillantes efectos de carácter
pictoricista, inspirados en la pintura veneciana y Van Dyck. La anatomía de
ambas figuras está perfectamente estudiada, demostrando una vez más la capacidad
de Ribera para representar a sus protagonistas cargados de naturalismo. Pero
quizá lo más sorprendente de la escena sea la captación psicológica de los
sentimientos, perfectamente expresados por el maestro valenciano en una
desgarradora imagen con la que Ribera se suma al pleno barroco.
BIBLIOGRAFÍA:
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