EL AQUELARRE O EL GRAN CABRÓN
Se trata de un óleo sobre
revestimiento mural trasladado a lienzo, cuyas dimensiones son 140,5
x 435,7 cm.
El conjunto de catorce escenas al que
pertenece esta obra se ha popularizado con el título de Pinturas
Negras, por el uso que en ellas se hizo de pigmentos oscuros y negros
y, asimismo, por lo sombrío de los temas. Decoraron dos
habitaciones, en las plantas baja y alta, de la conocida como Quinta
del Sordo, casa de campo a las afueras de Madrid, junto al río
Manzanares, conocida por ese nombre antes de su adquisición por Goya
en 1819. "El Aquelarre" estaba situada en la planta baja de
la casa, en una sala que haría las funciones de salón comedor.
Frente a ella, se situaba la Romería de San Isidro y en los lados
cortos de la sala, junto a ella, también estaban la Leocadia y
Judith y Holofernes. Se conocen fotos del conjunto in situ,
realizadas hacia 1873 por el fotógrafo francés Jean Laurent
(1816-1886), y se incluyeron por primera vez en el catálogo del
Museo del Prado de 1900. La casa fue derribada hacia 1909. Las
Pinturas Negras se pintaron directamente sobre la pared seca, no al
fresco, y en la mezcla de los pigmentos se utilizó el óleo. Con
anterioridad, en algunos de los paños de los muros, en ambos pisos,
hubo otras escenas de difícil interpretación, posiblemente paisajes
de colorido claro con pequeñas figuras, puestas de manifiesto por
las imágenes radiográficas tomadas en el Museo del Prado en 1983.
Esta escena se tituló como "El
gran cabrón" en el inventario de las obras en propiedad del
hijo de Goya, redactado en fecha indeterminada, a mediados del siglo
XIX, por el pintor Antonio Brugada (1804-1863), que regresó a Madrid
en 1832 del exilio en Burdeos. También recibió, a partir del
catálogo del Prado de 1900, en que se incluyó por primera vez, el
título más moderno de "El aquelarre", al presentar la
reunión nocturna de las brujas en presencia del demonio, que aparece
como la figura tradicional de un gran macho cabrío. Se describió
por primera vez en la monografía de Charles Yriarte sobre el
artista, de 1867, como parte de la decoración de uno de los muros
principales de la planta baja de la Quinta del Sordo. Descrita por P.
L. Imbert en su libro Espagne. Splendeurs et misères. Voyages
artistique et pittoresque, de 1876, vista por él en 1873 antes
de la adquisición de la casa por el barón Émile d´ Erlanger. Esta
escena fue cortada en su parte derecha, en más de 1.40 m, en el
proceso de arrancamiento del muro y posterior restauración, que
efectuó el restaurador Salvador Martínez Cubells entre 1874 y 1876.
Englobamos esta pintura dentro de la
corriente cultural conocida como el neoclasicismo, que surgió en
Francia (Italia deja de ser la potencia artística) en el siglo XVIII
y perduró hasta la primera mitad del XIX. En esos momentos en Europa
se producía un crecimiento demográfico potenciado por la revolución
industrias y otros hechos como el ascenso de la burguesía. Reinaron
las ideas de la Ilustración, una corriente de pensamiento que
defendía el uso de la razón sobre la vida. El arte adoptó una
función moral y social contra el Barroco y el Rococó, ante el poder
absolutista. También supuso la vuelta al arte clásico y, por lo
tanto, a un arte racional regido por el orden. Representa la derrota
de la aristocracia y el absolutismo, prolongada con las conquistas de
Napoleón.
Francisco de Goya nació en Zaragoza,
donde trabajó en el taller de Francisco Luzán. En Madrid, se casa
con la hermana de uno de los pintores de la corte de Carlos III, del
cual recibe una serie de encargos como "El cacharero". En
el 1792 sufre una enfermedad que le deja sordo, hecho que, sumado a
los desastres de la Guerra de la Independencia, le conduce a su mundo
interior, desasosegante. Hay teorías acerca de él, sobre si era
inculto o ilustrado, pero todo apunta a que fue un afrancesado
marcado por las ideas del liberalismo, las cuales decide abandonar
tras las matanzas producidas en España en 1808. Tras el fracaso del
Trienio Liberal pide permiso a Fernando VII para abandonar España,
va a Burdeos donde se vuelve a casar y fallece.
La obra de Goya va evolucionando: en su
primera etapa tiene características optimistas y amables, siguiendo
a Velázquez con una paleta clara; su segunda etapa se marcó el
pesimismo y el sufrimiento de las guerras, además de su pérdida de
audición; en su tercera etapa destacó su patriotismo, su pincelada
"a manchas" y un tono pre-expresionista; su cuarta y última
etapa se caracterizó por la ausencia de color, sólo negro.
La obra que aquí nos ocupa fue pintada
entre los años 1819 y 1823, se trataba de una gran obra de formato
horizontal que contaba con casi cinco metros de longitud y metro y
medio de altura, en la actualidad el lienzo que podemos observar
presenta unos cuatro metro y medio de longitud ya que fue recortado
por los extremos presumiblemente para adaptarse a un espacio más
limitado en la Exposición de París.
"El aquelarre" o "El
gran Cabrón" como también se le conoce, representa una reunión
de brujas y brujos frente a satán que ha sido representado como un
macho cabrío de gran tamaño. Es difícil saber lo que
verdaderamente representa esta reunión de viejas mujeres con rostros
bestiales que rodean supuestamnte al diablo, al que vemos simbolizado
como un macho cabrío. Se dice que engloba diferentes materiales
mitológicos, folclóricos, brujeriles, etc. Podría ser una reunión
de brujas en el momento de invocar a Satanás -que queda en la
penumbra- para presentarle a una neófita, la joven que
aparece sentada en la zona derecha, en una silla y con las manos en
los manguitos. Pero también podría mostrar una imagen de la mente
del maestro, que bulle con sus fantasmas - las brujas y los monstruos
variados - recibiendo, sin embargo, tranquilidad de su compañera
sentimental - doña Leocadia Zorrilla, representada por la joven de
la derecha -. Curiosamente, los cuadros que tiene la composición a
sus lados representan claramente a Leocadia. Goya elimina todos los
elementos ambientales para recortar la masa de personajes sobre un
fondo pardo. En esa masa no diferenciamos a los individuos que la
componen, destacando sus gestos y sus horribles rostros. La violenta
pincelada aplicada, a base de manchas de color, refuerza la sensación
de terror que inspira la composición. No cabe duda de lo extraño
que resulta para el espectador comprender que este tipo de
representaciones pudieran decorar una casa, por lo que los
especialistas intentan encontrar algún elemento humorístico para
explicar el conjunto.
Como en la mayoría de sus pinturas
negras, Goya, utiliza una paleta sucia (varios colores mezclados con
negro). La pincelada es muy suelta, pero en algunas figuras Goya
realiza el contorno con líneas bastante finas, como por ejemplo la
figura de la izquierda. Todo esto hace crear una escena de terror,
macabra.
La luz es expresiva, da fuerza y
energía a la imagen, y se centra en las figuras de delante, donde
tiene mayor movimiento la escena. Nos permite ver con mucho realismo
en la escena y percibir el morbo de la situación junto con el hecho
tan tenebroso que representa una invocación al diablo. Se utilizan
fuertes claroscuros, como el pañuelo de la bruja sentada en la
silla.
La perspectiva es aérea, ya que a las
brujas que están situadas más lejos su rostro no se puede
distinguir del todo bien, en cambio en las de delante sí, aunque
(como ya decíamos) le interesa sobre todo el primer plano.
Los rostros de las brujas están
deformados (quizá Goya nos quiso hacer ver la típica imagen de
bruja como alguien monstruoso y malévolo). Éstas, rindiendo culto
al demonio, muestran su atención puesta en el demonio y a la bruja
de la silla. Además de un espectáculo tenebroso; al parecer, Goya
nos intenta hacer ver una iniciación diabólica entre ambos. Las
figuras están muy juntas y no hay espacio visible entre ellas, por
ello nos da la sensación de que son bastantes brujas observando el
espectáculo, lo cual es una verdadera novedad, crear un efecto de
masa, no de figuras juntas. El hecho de que esta pintura haya sido
realizada por un anciano, amargado, solo y sordo, acentúa la
expresividad, el dramatismo, y la monstruosidad de la obra, típicas
características de las Pinturas Negras.
Este cuadro tiene mucho que ver con
alguno de los caprichos (grabados realizados con un punzón sobre una
plancha y pasados a tinta posteriormente) que éste mismo realizó.
Ambos representan temas terroríficos, reuniones con el demonio y la
brujería, temas de supersticiones populares heredadas a lo largo de
los siglos.
Esta visión de lo terrible, del mundo
de las emociones y los miedos, la heredarán los pintores románticos.
Al recortar el lienzo vemos cómo el
centro de la composición ha cambiado con respecto al original y
ahora lo encontramos en la mujer que viste de negro y aparece
cubierta con un tocado blanco. Los colores son oscuros como en el
resto de las pinturas que decoraban su casa, de ahí el nombre de
Pinturas Negras, con una pincela muy suelta que desdibuja las formas
y una gran cantidad de empaste en el que se notan las pinceladas
cargadas. La obra consigue una gran sensación de movimiento circular
con la posición del grupo.
En conclusión, va más allá de ser
una imagen aterradora, pues los recursos utilizados tienen parecido
con corrientes posteriores como el Romanticismo o el Expresionismo en
el juego de la pincelada, por lo que podemos considerarla una obra
maestra.
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