martes, 27 de marzo de 2018

COMENTARIO ARTE NEOCLÁSICO




EL AQUELARRE O EL GRAN CABRÓN

Se trata de un óleo sobre revestimiento mural trasladado a lienzo, cuyas dimensiones son 140,5 x 435,7 cm.
El conjunto de catorce escenas al que pertenece esta obra se ha popularizado con el título de Pinturas Negras, por el uso que en ellas se hizo de pigmentos oscuros y negros y, asimismo, por lo sombrío de los temas. Decoraron dos habitaciones, en las plantas baja y alta, de la conocida como Quinta del Sordo, casa de campo a las afueras de Madrid, junto al río Manzanares, conocida por ese nombre antes de su adquisición por Goya en 1819. "El Aquelarre" estaba situada en la planta baja de la casa, en una sala que haría las funciones de salón comedor. Frente a ella, se situaba la Romería de San Isidro y en los lados cortos de la sala, junto a ella, también estaban la Leocadia y Judith y Holofernes. Se conocen fotos del conjunto in situ, realizadas hacia 1873 por el fotógrafo francés Jean Laurent (1816-1886), y se incluyeron por primera vez en el catálogo del Museo del Prado de 1900. La casa fue derribada hacia 1909. Las Pinturas Negras se pintaron directamente sobre la pared seca, no al fresco, y en la mezcla de los pigmentos se utilizó el óleo. Con anterioridad, en algunos de los paños de los muros, en ambos pisos, hubo otras escenas de difícil interpretación, posiblemente paisajes de colorido claro con pequeñas figuras, puestas de manifiesto por las imágenes radiográficas tomadas en el Museo del Prado en 1983.

Esta escena se tituló como "El gran cabrón" en el inventario de las obras en propiedad del hijo de Goya, redactado en fecha indeterminada, a mediados del siglo XIX, por el pintor Antonio Brugada (1804-1863), que regresó a Madrid en 1832 del exilio en Burdeos. También recibió, a partir del catálogo del Prado de 1900, en que se incluyó por primera vez, el título más moderno de "El aquelarre", al presentar la reunión nocturna de las brujas en presencia del demonio, que aparece como la figura tradicional de un gran macho cabrío. Se describió por primera vez en la monografía de Charles Yriarte sobre el artista, de 1867, como parte de la decoración de uno de los muros principales de la planta baja de la Quinta del Sordo. Descrita por P. L. Imbert en su libro Espagne. Splendeurs et misères. Voyages artistique et pittoresque, de 1876, vista por él en 1873 antes de la adquisición de la casa por el barón Émile d´ Erlanger. Esta escena fue cortada en su parte derecha, en más de 1.40 m, en el proceso de arrancamiento del muro y posterior restauración, que efectuó el restaurador Salvador Martínez Cubells entre 1874 y 1876.

Englobamos esta pintura dentro de la corriente cultural conocida como el neoclasicismo, que surgió en Francia (Italia deja de ser la potencia artística) en el siglo XVIII y perduró hasta la primera mitad del XIX. En esos momentos en Europa se producía un crecimiento demográfico potenciado por la revolución industrias y otros hechos como el ascenso de la burguesía. Reinaron las ideas de la Ilustración, una corriente de pensamiento que defendía el uso de la razón sobre la vida. El arte adoptó una función moral y social contra el Barroco y el Rococó, ante el poder absolutista. También supuso la vuelta al arte clásico y, por lo tanto, a un arte racional regido por el orden. Representa la derrota de la aristocracia y el absolutismo, prolongada con las conquistas de Napoleón.

Francisco de Goya nació en Zaragoza, donde trabajó en el taller de Francisco Luzán. En Madrid, se casa con la hermana de uno de los pintores de la corte de Carlos III, del cual recibe una serie de encargos como "El cacharero". En el 1792 sufre una enfermedad que le deja sordo, hecho que, sumado a los desastres de la Guerra de la Independencia, le conduce a su mundo interior, desasosegante. Hay teorías acerca de él, sobre si era inculto o ilustrado, pero todo apunta a que fue un afrancesado marcado por las ideas del liberalismo, las cuales decide abandonar tras las matanzas producidas en España en 1808. Tras el fracaso del Trienio Liberal pide permiso a Fernando VII para abandonar España, va a Burdeos donde se vuelve a casar y fallece.
La obra de Goya va evolucionando: en su primera etapa tiene características optimistas y amables, siguiendo a Velázquez con una paleta clara; su segunda etapa se marcó el pesimismo y el sufrimiento de las guerras, además de su pérdida de audición; en su tercera etapa destacó su patriotismo, su pincelada "a manchas" y un tono pre-expresionista; su cuarta y última etapa se caracterizó por la ausencia de color, sólo negro.

La obra que aquí nos ocupa fue pintada entre los años 1819 y 1823, se trataba de una gran obra de formato horizontal que contaba con casi cinco metros de longitud y metro y medio de altura, en la actualidad el lienzo que podemos observar presenta unos cuatro metro y medio de longitud ya que fue recortado por los extremos presumiblemente para adaptarse a un espacio más limitado en la Exposición de París.

"El aquelarre" o "El gran Cabrón" como también se le conoce, representa una reunión de brujas y brujos frente a satán que ha sido representado como un macho cabrío de gran tamaño. Es difícil saber lo que verdaderamente representa esta reunión de viejas mujeres con rostros bestiales que rodean supuestamnte al diablo, al que vemos simbolizado como un macho cabrío. Se dice que engloba diferentes materiales mitológicos, folclóricos, brujeriles, etc. Podría ser una reunión de brujas en el momento de invocar a Satanás -que queda en la penumbra- para presentarle a una neófita, la joven que aparece sentada en la zona derecha, en una silla y con las manos en los manguitos. Pero también podría mostrar una imagen de la mente del maestro, que bulle con sus fantasmas - las brujas y los monstruos variados - recibiendo, sin embargo, tranquilidad de su compañera sentimental - doña Leocadia Zorrilla, representada por la joven de la derecha -. Curiosamente, los cuadros que tiene la composición a sus lados representan claramente a Leocadia. Goya elimina todos los elementos ambientales para recortar la masa de personajes sobre un fondo pardo. En esa masa no diferenciamos a los individuos que la componen, destacando sus gestos y sus horribles rostros. La violenta pincelada aplicada, a base de manchas de color, refuerza la sensación de terror que inspira la composición. No cabe duda de lo extraño que resulta para el espectador comprender que este tipo de representaciones pudieran decorar una casa, por lo que los especialistas intentan encontrar algún elemento humorístico para explicar el conjunto.



Como en la mayoría de sus pinturas negras, Goya, utiliza una paleta sucia (varios colores mezclados con negro). La pincelada es muy suelta, pero en algunas figuras Goya realiza el contorno con líneas bastante finas, como por ejemplo la figura de la izquierda. Todo esto hace crear una escena de terror, macabra.




La luz es expresiva, da fuerza y energía a la imagen, y se centra en las figuras de delante, donde tiene mayor movimiento la escena. Nos permite ver con mucho realismo en la escena y percibir el morbo de la situación junto con el hecho tan tenebroso que representa una invocación al diablo. Se utilizan fuertes claroscuros, como el pañuelo de la bruja sentada en la silla.



La perspectiva es aérea, ya que a las brujas que están situadas más lejos su rostro no se puede distinguir del todo bien, en cambio en las de delante sí, aunque (como ya decíamos) le interesa sobre todo el primer plano.



Los rostros de las brujas están deformados (quizá Goya nos quiso hacer ver la típica imagen de bruja como alguien monstruoso y malévolo). Éstas, rindiendo culto al demonio, muestran su atención puesta en el demonio y a la bruja de la silla. Además de un espectáculo tenebroso; al parecer, Goya nos intenta hacer ver una iniciación diabólica entre ambos. Las figuras están muy juntas y no hay espacio visible entre ellas, por ello nos da la sensación de que son bastantes brujas observando el espectáculo, lo cual es una verdadera novedad, crear un efecto de masa, no de figuras juntas. El hecho de que esta pintura haya sido realizada por un anciano, amargado, solo y sordo, acentúa la expresividad, el dramatismo, y la monstruosidad de la obra, típicas características de las Pinturas Negras.



Este cuadro tiene mucho que ver con alguno de los caprichos (grabados realizados con un punzón sobre una plancha y pasados a tinta posteriormente) que éste mismo realizó. Ambos representan temas terroríficos, reuniones con el demonio y la brujería, temas de supersticiones populares heredadas a lo largo de los siglos.
Esta visión de lo terrible, del mundo de las emociones y los miedos, la heredarán los pintores románticos.

Al recortar el lienzo vemos cómo el centro de la composición ha cambiado con respecto al original y ahora lo encontramos en la mujer que viste de negro y aparece cubierta con un tocado blanco. Los colores son oscuros como en el resto de las pinturas que decoraban su casa, de ahí el nombre de Pinturas Negras, con una pincela muy suelta que desdibuja las formas y una gran cantidad de empaste en el que se notan las pinceladas cargadas. La obra consigue una gran sensación de movimiento circular con la posición del grupo.


En conclusión, va más allá de ser una imagen aterradora, pues los recursos utilizados tienen parecido con corrientes posteriores como el Romanticismo o el Expresionismo en el juego de la pincelada, por lo que podemos considerarla una obra maestra.  


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