lunes, 30 de abril de 2018

COMENTARIO ARTE DEL SIGLO XX (FAUVISMO): LA HABITACIÓN ROJA, DE HENRI MATISSE

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‘La Habitación Roja’, también conocido como ‘Armonía en rojo’ se trata de un cuadro del pintor fauvista Henri Matisse, llevado a cabo en 1908. Fue pintado al óleo sobre lienzo. La obra es de grandes dimensiones, mide unos 180'5 x 221 cm. Fue encargada por un conocido marchante de origen ruso. Actualmente se encuentra en el Museo del Hermitage, en San Petersburgo, Rusia.

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Retrato de Matisse (1905), de André Derain

El lienzo constituye una de las obras clave del Fauvismo, movimiento pictórico que se caracteriza por el empleo del color puro. La obra representa un comedor donde una sirvienta está poniendo la mesa para empezar a comer, al fondo aparece un ventanal rectangular por donde se observa la vegetación del exterior. La interpretación que hace Matisse resulta completamente novedosa, ya que subordina el tema y las formas al color. Es evidente que este último constituye una parte esencial del cuadro. Plantea una fuerte contraposición entre los cálidos (rojo y amarillos) y los fríos (azules y verdes), haciendo de la tonalidad saturada. Se tratan de colores planos, sin ningún efecto de la luz sobre ellos, creando grandes zonas cromáticas de color puro. Son colores irreales o arbitrarios que no guardan ningún tipo de relación con la realidad. Hace un uso completamente subjetivo del color: el pelo de la mujer es pintado en naranja (color atípico de la época) y el rojo domina por completo todos y cada uno de los aspectos formales de este óleo.

Matisse combinó tres géneros en uno, pues en la misma obra nos encontramos con la representación de un bodegón, de un espacio interior y de paisaje. Además hay también figura humana, la sirvienta que está colocando el frutero en la mesa del comedor. El pintor no daba importancia al naturalismo, a las sombras o a la perspectiva tradicional. Para él, lo importante eran los ritmos de las líneas y la fuerza de los colores. Destaca el estampado con flores azules sobre fondo rojo, que une visualmente la mesa y la pared. Por otra parte es también destacable, por el contraste de tonos, el paisaje irreal que vemos a través de la ventana. Los límites de la mesa están esbozados de una forma extremadamente sutil, haciendo que las frutas y los objetos que hay sobre ella parezcan flotar en medio de la nada. Todo el cuadro es pura decoración pictórica. La obra fue un encargo del millonario ruso Sergei Shukin, coleccionista patológico de las pinturas de Matisse. La quería para decorar el comedor de su palacio de Moscú y lo único que le pidió al artista es que fuese grande y en tonos azules. Matisse se portó bien y pintó todo el fondo de color azul claro (aún puede verse un poco en los bordes), pero cuando lo tenía casi acabado, decidió que no le gustaba y lo pintó por encima con este rojo tan intenso (tirando a fucsia). El cliente, al ver el resultado, no se quejó.

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En cuanto a la composición, el pintor la dota de un gran equilibrio. Las tres zonas más importantes (ventana, mujer y silla) se colocan de forma triangular, repartiendo el resto de los motivos por la tela. La línea es gruesa, separando de forma nítida las zonas cromáticas. Hay un gusto por la curva y la ondulación (en los motivos ornamentales) casi continua que comunica al cuadro un constante movimiento del que carece la composición. La perspectiva es casi inexistente, realizándose a través de los colores, con los cálidos acercando y los fríos alejando (en la ventana). En las zonas en donde predomina un solo color el espacio desaparece y se vuelve plano, al igual que las figuras en las que se omite cualquier tipo de detalle, perfilándose a través de sus rasgos más significativos que se convierten en puras zonas cromáticas. La pincelada es demasiado cargada y se aplica de manera uniforme.

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Hay claras influencias de la pintura de Gauguin, y viendo este lienzo es fácil acordarnos de La habitación en Arlés de Van Gogh. También hay reminiscencias del arte africano y oceánico, sobr4e todo en la importancia de la línea gruesa y los planos y la composición simple. Matisse consigue en este lienzo gran parte de las características que definirán su estilo más maduro. Las obras de los fauvistas y de Matisse en particular revolucionaron el mundo del arte tal y como había sido entendido hasta ahora y dieron el pistoletazo de salida a una nueva concepción artística.

Bibliografía

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