EL PAPA GRITA (ESTUDIO DEL RETRATO DEL PAPA INOCENCIO X DE VELÁZQUEZ) DE FRANCIS BACON
Francis Bacon (Dublín, Irlanda, 28 de
octubre de 1909-Madrid, España, 28 de abril de 1992) fue un pintor
irlandés, caracterizado por el empleo de la deformación pictórica.
Es un pintor figurativo, pero de una figuración muy característica,
al presentar a sus personajes deformes, distorsionados, en nebulosa y
solos, en un espacio frío que a veces pareciera una cámara de
tortura, trasmitiendo al espectador tensión, violencia e inquietud.
Pero su pintura no deja de ser tradicional en la aplicación del
óleo, la representación del ser humano, la profunda admiración por
los grandes pintores…
En sus pinturas, Bacon se encarga de
dejar constancia de energías inmateriales. Una de las energías es
el movimiento. En los ensayos para sus autorretratos, por ejemplo,
las cabezas de sus personajes son sometidas a un proceso de
estiramiento, aplastamiento, contracción y dilatación, en el que
finalmente el movimiento como fuerza invisible termina por ser
subordinado a la figura. Hay que entender que Bacon fue educado
dentro de unos estrictos valores católicos desde su niñez; una
infancia en la que sufrió abusos y miserias que evidentemente le
marcaron durante toda su vida.
Los personajes y escenas de sus obras
no las toma de la realidad, sino que los toma prestados de Velázquez
( el Papa Inocencio X), de Rembrandt (El buey desollado) o
sencillamente de revistas o álbumes de fotos.
Bacon residió los últimos años de su
vida en España, en Madrid, y visitaba asiduamente el Museo del
Prado, donde contemplaba una y otra vez las obras de Diego de
Velázquez. Entre ellas le gustaba especialmente el "Retrato del
Papa Inocencio X", y de aquella obra barroca realizó su propia
interpretación en varias ocasiones a lo largo de su vida.
"El papa grita" es una
pintura al óleo de 1953 que actualmente se encuentra en el Des
Moines Art Center.
Esta obra representa la expresión
atormentada de un papa salpicado de sangre, y que se encuentra
prisionero en una construcción tubular, que da la sensación de ser
una especie de trono desguarnecido. El fondo está pintado con
espectaculares pinceladas verticales, que desdibujan con crueldad la
figura sentada, que grita con los puños cerrados. Las fuentes de
Bacon suelen ser imágenes reales o tradicionales, como por ejemplo,
las obras de los viejos maestros, fotografías de prensa, fotogramas
o placas de rayos X. Bacon suele representar a las figuras
retorciéndose de angustia, expresando un gran dolor y mostrándonos,
de esta manera, la mente humana.
Es necesario comparar el cuadro con el
retrato que Velázquez le hace a Inocencio X, ya que se inspira en
él. Sin duda, el resultado final es diferente al original, pero
tiene algunas similitudes en el plano cromático y psicológico. Nos
presenta al papa que en la obra de Velázquez se nos mostraba como
todopoderoso, como un personaje patético e impotente. En la obra de
Bacon vemos un rostro con rasgos exagerados y deformados, como es
normal en todas sus obras. El cuadro muestra un aspecto espeluznante.
La elegante sotana del Sumo Pontífice
del siglo XVII aquí se transforma en un simple batín de hospital, y
el personaje en lugar de estar en una actitud regia, lo vemos
gritando sobre un trono que parece haberse transformado en una silla
eléctrica, que se ilumina para darle una descarga mortal. En el
retrato de Bacon, vemos al Papa gritar detrás de una cortina. Las
"potencias ocultas" podrían hacerle gritar a aquel que
nunca debe ser visto gritando.
Las líneas diagonales de la parte baja
del cuadro podrían absorber esa electricidad para mandársela a la
silla en sentido ascendente, mientras que las líneas verticales
serían esas corrientes que atraviesan la carne del personaje y se
convierten en líneas muy irregulares. Está ubicado en un trono
distorsionado que provoca una confusión visual. La construcción es
tubular.
Artísticamente le fascinaba la obra de
Velázquez, pero eligió al personaje retratado para convertirlo en
el emblema de los horrores cometidos en nombre de la religión a lo
largo de la historia. Por eso, nos presenta un personaje
exageradamente expresivo, con puños cerrados y un rostro cadavérico,
transformado en una imagen realmente fantasmagórica.
La obra original de Velázquez de 1650
fue reinterpretada por Francis Bacon en más de cuarenta pinturas,
estudios y bocetos tres siglos después. Fue una obra a la que
recurrió varias veces desde desde el año 1940.
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